Hace muchos años, mientras formaba profesores de su técnica, F.M. Alexander (1869-1955) decía a sus alumnos: «no existe la posición correcta sino la dirección correcta».
¿Te has fijado que todo el mundo busca la posición o la «postura correcta»? Entrecomillo estas palabras porque ambos conceptos corresponden a una idea preconcebida, social e individual.
Se habla de la postura como si fuese algo que se puede aprender, copiar de un modelo o mantener sin importar las circunstancias externas (edad, salud, actividad o tiempo). Nada más lejos de la realidad; mantener la postura requiere energía, coordinación, equilibrio y salud. Cuando falta alguna de estas cualidades, la cosa se complica mucho. Se puede percibir como dificultad para estar de pie.
Lo diré: la postura correcta no existe. Si te paras a pensar en lo que significa la palabra postura, verás que tiene algo de estático. Esto es lo que yo veo cuando enseño. Cuando alguien consigue la postura, resulta que no podría ya moverse porque la perdería. Y es que, como ser humano, tu naturaleza es el movimiento. Por eso, la idea de postura es muy limitada con respecto a los estímulos que te vas a ir encontrando cada día.
Entonces llegamos a la idea de Alexander: la dirección correcta. ¡Ah! Esto sí. Porque la dirección es una cualidad que nos habla del movimiento, del alargamiento; en definitiva: la expresión de la actividad humana. Para entender lo que es la dirección, hay que tener la experiencia. Si miras a un niño pequeño corriendo, te darás cuenta de que tiene una dirección por defecto.
La dirección engloba el movimiento, el tiempo que te das para reaccionar a un estímulo y también el tiempo que tardas en conseguir una habilidad. Te habla también de poner a trabajar tu mente consciente para conseguir lo que te has propuesto sin hacerte daño.
Cuando trabajas la idea de la dirección te vas construyendo. No desde lo que tiene que ser, sino desde la observación de cómo te mueves, reaccionas a los estímulos del día a día o cómo juntar tus necesidades con tus limitaciones.
A menudo veo gente que tiene “buena postura” pero cuando vienen a clase constato que hay mucha rigidez en su forma de “llevarse”. Entonces, les empiezo a enseñar algo sobre la dirección correcta y poco a poco van recuperando libertad, flexibilidad y el soporte de su espalda. Esto incide en que su postura mejora. Pero el camino es al contrario de lo que se suele pedir.
No es la postura lo que mejora tu salud. Usarte bien, recuperar la capacidad de observarte, revisar tu dirección corporal y trabajar desde los medios, va a proporcionarte una buena postura.
Otra cosa que trabajo mucho con mis alumnos es la idea de “correcto”. Hay tantas ideas como personas, y merece la pena que descubras la tuya, ya que de esa idea depende tu aprendizaje. Una vez más, cuando te conectas con tu cuerpo más que con una idea preconcebida, todo es más fácil.
Juguemos un poco. Piensa en la última tarea que has llevado a cabo. ¿Querías hacerlo “bien”? ¿Qué es “bien” para ti? ¿Es tu propia idea o la que alguien más ha impuesto en tu mente? ¿Es esta idea y los actos que derivan de ella, buenos para ti en este momento? ¿Tu objetivo se puede conseguir sin hacerte daño?.
Todas estas preguntas te ayudan a “dibujar” la forma en que haces algo, como te sostienes y, en definitiva, como es tu “postura” o bien tu “dirección”. La dirección se puede construir, lo cual lleva a la postura que consideramos “buena”.