Me cuenta un hombre del campo que el olivo es un árbol singular. Si no te ocupas de él, presenta una apariencia escuchimizada. Su única tarea es sobrevivir. Aprovecha el agua que le cae encima y no ofrece nada. Pero en el momento en que empiezas a cuidarlo, empieza a mostrar su exuberancia y su generosidad, ofrece su fruto y cuanto más lo cuidas, más frondoso y bello aparece. Es entonces cuando su esencia se pone de manifiesto, los resultados son el efecto directo del cuidado y de su naturaleza.
Las personas, como los olivos, tenemos una esencia.
Como persona compartes elementos esenciales, los que te definen como ser vivo y como ser humano. Y, además, posees otros elementos únicos e irrepetibles que se expresarán si se dan las condiciones. La Técnica Alexander es una excelente herramienta para recuperar la expresión de tu esencia, si la has perdido en el camino; y para darle alas, si se mantiene activa.
Lo que facilita esta tarea es que la Técnica Alexander genera cambio. Para empezar, el que te lleva del malestar al bienestar: te duele algo, una exigencia profesional te resulta excesiva, hace o no entiendes como funciona tu cuerpo. En las clases construimos las condiciones que resuelven cuestiones aparentemente tan dispares; las soluciones parten de tu esencia.
Cuando recibía clases y también cuando me formé, el cambio empezó muy rápido. A lo largo de esos meses y años, tenía la impresión de estar volviendo a algo que ya había conocido antes; el cambio consistía en revertir una transformación que se había producido en años anteriores con el objetivo de acomodar la vida, además de ocurrir sin que yo me diera cuenta. Estos cambios inconscientes dieron lugar a dificultades concretas que aparecieron con el tiempo, motivándome a buscar una solución que me libraría de mis dolores corporales y aumentaría el disfrute vital.
La transformación de la que hablo, ¿puede interferir de tal manera que te lleve a ser alguien que no eres? En mi experiencia eres «en esencia» alguien con cualidades y limitaciones únicas, no hay otra persona que contenga esa misma combinación. ¿Se puede interferir con estas características individuales? De ser así, estaríamos obstaculizando nuestra esencia. Ocurre a menudo; lo interesante es ver si el cambio en la mala dirección puede revertirse y como se consigue.
Como eres un ser de hábitos, lo que nos gustaría saber es si has desarrollado hábitos que empeoran tu reacción a la vida. La Técnica Alexander es un radar de hábitos de reacción a cualquier estímulo que se te ponga delante. Los hábitos son como una capa de maquillaje que cambia el color de la cara, pero deja inalteradas las manchas o las ojeras que hay debajo. Cuando se han establecido, la «transformación» se ha producido.
¿Cuándo, cómo y por qué empiezas a fabricar estos hábitos? Durante los años de formación más intensa (hasta los 15 años, quizás), un tiempo en el que tienes que aprenderlo todo: como moverte por el mundo, a desarrollar tus intereses personales, a cuidarte, etc. A veces son acciones muy exigentes y suele ser ahí donde se inician y desarrollan los hábitos «reaccionales». Se despliegan en todos los ámbitos: corporal, educativo, familiar, social, emocional, etc. Te ayudan a sobrevivir y a sostener la vida, por lo que no pueden ser descartados a la ligera. También operan de otra forma: si no están sintonizados con tus necesidades y limitaciones internas, entorpecen los mecanismos corporales haciendo que funciones peor.
Yo creo que también afectan a quien eres en esencia y te llevan por un camino que no es exactamente el «tuyo». Mi impresión es que la esencia, en realidad, queda inalterada; pero si repites demasiadas veces esos hábitos que interfieren, acabará quedando «apantallada», no expresándose con fluidez en el día a día. Parecería que eres de una manera, que tienes deseos claros y, sin embargo, algo parece que no funciona del todo bien; no eres capaz de estar frente al ordenador sin terminar con algún dolor; portar el cuerpo te cuesta un mundo si llevas peso o conduces un rato largo; o bien tienes un sinfín de manías en las cuestiones más pequeñas de la vida, lo cual dificulta la cotidianeidad y la relación con el resto del mundo.
Tu esencia te ayuda a tomar todo tipo de decisiones relevantes para la vida: qué estudiar, con quién ir, qué actividades hacer, cómo usar tu dinero, etc. Si está «desactivada», ¿qué parte de ti está tomando las decisiones? Y, una vez tomadas, ¿qué implicaciones tienen en tu bienestar, en el placer de vivir, en el resultado de nuestras acciones? Por mi parte, recuerdo la sensación de alegría intensa que tuve en aquella época al recuperar una parte de mí que parecía lejana. Si trabajas en esta cuestión, tendrás una experiencia original y única y podrás ver a qué me refiero. Si pruebas las clases, lo comprobarás.
Recuperar el contacto con lo que eres en esencia no es, en realidad, el objetivo inicial de la Técnica Alexander, pero ocurre por la naturaleza del trabajo. Siendo un proceso de introspección, de curiosidad de tu persona, de búsqueda de por qué has llegado hasta ese lugar incómodo, a medida que vas encontrando mejores maneras de tratar contigo, te acercas a tu naturaleza. La incidencia en tu persona no es pequeña, la vida pasa a ser algo más interesante y saludable cuando es la esencia la que inicia tus reacciones. En un mundo tan lleno de estímulos, es fácil tener confusión con respecto a lo que quieres de la vida, lo que eres capaz de hacer y las necesidades o exigencias que tienes.
El origen de esta desviación de dirección está relacionado con la preferencia que le das al uso de la conciencia: objetivos, adaptarse a las demandas que otros fabrican, hacer las cosas «bien»; o en un tiempo concreto, con fechas y plazos. Por ejemplo, si tienes que conseguir ciertos objetivos a una cierta edad, como aprender a sumar, y dado que cada persona tiene una inteligencia y sensibilidad diferente, será difícil que no interfirieras con tu propia esencia. Todas estas reglas externas, y tu reacción a ellas, te van transformando.
Resolver esto es más fácil de lo que te imaginas. El elemento que aporta la solución está dentro y te define; lo tienes y lo ejerces cada día, en cada pequeña o gran acción que emprendes. Se trata de lo físico y tangible: tu cuerpo. Pero, si diriges el uso de tu conciencia, como he explicado más arriba, llega un momento en que tu capacidad de percibirte se atrofia. Tu cuerpo, que es esencia un mecanismo que te mantiene anclados a ti mismo, se convierte en un ente al que «ordenar» cosas. Le ordenas ponerse aquí, ir hacia allá, repetir una acción las veces que necesites, dormir, comer o beber en la pauta que tu mente decida. Resuelves sus necesidades desde la mente: si tu conocimiento es el adecuado y no te has alejado de tu esencia, las cosas irán en la buena dirección. Si no es así, aparecerán problemas a resolver.
A lo largo del proceso de «reeducación» que es la Técnica Alexander, soy testigo de cómo el camino se va aclarando, desentrañando. Tú y yo, en equipo, vamos a acometer primero los hábitos corporales más evidentes y perjudiciales para después ocuparnos de cualquier hábito que interfiera con el funcionamiento. Vas a desarrollar tus capacidades sin pausa, y la transformación en la buena dirección se dará en cada clase. Mejorarás la observación, la percepción, la toma de decisiones constructivas en los actos cotidianos. Aprenderás a pensar, evaluar y buscar una solución a una situación dada, respetando el marco de tu esencia.
No es algo consciente ni inmediato, la esencia no se te pone delante como si fuese una hoja de periódico. Pero verás que las consecuencias de tus decisiones te llevan en la buena dirección porque las actividades se facilitan, los dolores corporales ceden y te resulta más fácil disfrutar de quien eres, de la vida.
Sentirte, percibirte, es una fuente de información que, bien usada, te va a permitir reaccionar a los estímulos respetando por igual tu diseño y las necesidades del momento. Tu percepción funciona como un sistema de alarma: te informa de lo que va mal, lo que es diferente o lo que no reconoces. Cuando «suena», puedes parar y observar, reflexionar, usar la mente consciente y ver si lo que está pasando es lo que quieres o necesitas un cambio. Cuando funciona este sistema de alarma, tu esencia se está expresando y ayudándote a funcionar mejor.
Si tu esencia se mantiene o, habiendo estado desactivada, recupera su prevalencia, estarás en posición de resolver lo que vaya llegando, ya sea corporal, mental o en cualquier otro ámbito. Recuerda que no desaparece nunca; permanece dormida y dispuesta a prevalecer y, como el olivo, dar los mejores frutos.