Dentro fuera. Artículo sobre Técnica Alexander con Marta Barón en Madrid

BARRIO SÉSAMO II: abajo/arriba

Enero 2021, la tormenta Filomena se abate sobre la Península Ibérica. En Madrid, nieva sin parar más de veinticuatro horas. Cuando todo “terminó” pudimos por fin salir de casa y disfrutar de la nieve. El espectáculo en los parques alrededor de mi casa era dramático: árboles caídos, desgajados desde las raíces, copas tronchadas, ramas arrancadas, retorcidas por el peso de la nieve.

¿Qué árboles se habían caído y cuáles habían aguantado? Parecía haber un patrón: árboles torcidos o con ramas demasiado grandes en una sola dirección, eran candidatos a caerse y doblarse. Aquellos que mantenían su verticalidad, parecían haber soportado el rigor de la tormenta y su insostenible peso en nieve.

El árbol, ese ser vivo, silencioso y resistente a casi cualquier inclemencia (me viene a la mente el Ginkgo que sobrevivió a Hiroshima), se inclina ante la gravedad. La gravedad ocurre cuando tienes un objeto con masa (en este caso, la Tierra) que atrae a otros objetos con masa, los que vivimos en su rango de acción.  El objeto atraído puede ser un objeto inerte o un ser vivo. Los objetos inertes no tienen mucha opción frente a la gravedad: van donde ella dicta. Si coges uno de esos objetos y lo tiras al aire, no llegará más lejos de lo que tu impulso lo lleve. Una vez que se igualan tu impulso y la fuerza de la gravedad, vuelve a ir hacia abajo.

Ahora bien, los seres vivos respondemos a la gravedad de otra forma. Ya seamos animales de agua, de aire o de tierra, plantas o seres humanos, nuestra relación con la “constante universal” es radicalmente distinta a la de los objetos inertes. Los seres vivos, nos expresamos de manera óptima colaborando con la gravedad. Ella nos “llevaría” hacia abajo y nosotros tenemos la capacidad de ir hacia arriba, siempre y cuando estemos vivos y en “relativo” buen estado. Una vez que la vida deja de definirnos, obedecemos y vamos hacia abajo.

De hecho, en gravedad es donde nuestro organismo se ha desarrollado y, por tanto, su forma, su funcionamiento, tiene sentido junto a ella. Cuando los astronautas están en el espacio pueden tener todo tipo de problemas, debido precisamente a la ausencia de gravedad: deterioro óseo y muscular (a menudo, a la vuelta, están tan debilitados que llegan a necesitar una silla de ruedas durante un periodo de adaptación), problemas con los fluidos corporales y alteraciones cardiovasculares. La gravedad es, de hecho, una aliada de la salud.

Te recuerdo el nombre que le ha dado la ciencia: constante universal. Por supuesto, si la pusiésemos en el contexto de varias galaxias, su universalidad sería contradictoria. Pero es en referencia al planeta en el que hacemos la vida que la ciencia (humana) le dio este nombre. Su universalidad indica que tiene efecto en TODO lo que está en su rango de acción. Con respecto a la palabra “constante”, implica que no importa en qué situación estés: con salud o sin ella, de buen humor o con alguna emoción predominante que te quite atención o capacidad, con una herida en la rodilla o con la fuerza de la adolescencia, recién nacido o con cien años.

La fuerza de la gravedad, será siempre la misma e interaccionarás con ella todo el tiempo. Si tienes gripe, irás hacia abajo porque tu capacidad de oponerte a ella está limitada puesto que los tejidos no están en buen estado. Si estás con un nivel excesivo de estrés, irás hacia abajo por la excesiva demanda que llevas a cuestas y que, junto al tirón de la gravedad, disminuye tu capacidad de sostenerte en el medio gaseoso en el que estás. Si te distraes de tu persona, la gravedad estará presente haciendo su labor y hay muchas probabilidades de que vayas hacia abajo.

¿En qué momentos funcionas mejor como ser humano? Cuando vas hacia arriba. Lo mismo les sucede a las plantas y demás animales. Esto no es una casualidad, es una colaboración perfecta. Se trata del binomio arriba/abajo. Fíjate que son términos relativos, es decir, uno cobra sentido cuando aparece el otro.

Para resumir, ¿sufres el tirón de la gravedad hacia abajo? Sí, como cada objeto que esté en su rango de acción.
Pero ¿tú puedes oponerte a la gravedad y, por tanto, ir hacia arriba? Sí, cada ser vivo lo hace así, de forma inherente, innata.
Y ¿también puedes ceder a la gravedad e ir hacia abajo? Si, y esto tiene ya muchos más matices porque hay una variedad de condiciones que te van a llevar hacia abajo sin darte cuenta.

Aquí es donde la Técnica Alexander puede ayudarte, de forma que la interacción con la gravedad sea el motor que te hace funcionar bien. Hay algunos aspectos a considerar en tu organismo. En primer lugar está tu capacidad de sentir. Esta cualidad innata te permite darte cuenta de si ha pasado algo que te ha “desordenado”. Con las clases de la Técnica, aprendes a observarte y esa capacidad será una herramienta básica para lidiar con las exigencias del día a día. Cuando te das cuenta de que pasa algo, tienes la posibilidad de cambiarlo.

Después está la capacidad de observar algún aspecto básico del uso cotidiano: cómo andas por la calle, giras la cabeza, usas tus manos o los hombros al escribir en el ordenador, en qué posición duermes, cómo decides gastar tu dinero o como reaccionas en una discusión, etc. Observarás si esas actitudes son hábitos y aprenderás a cambiarlas. Muchos de esos hábitos favorecen que vayas hacia abajo. Esto es lo que vamos a cambiar con las clases. Cambiaremos las condiciones psicofísicas que son responsables de tus reacciones; las ajustaremos para que no interfieran con tu capacidad de mantener la estabilidad con libertad.

En las clases también aprendes la relación que tienes con los sentidos. Tanto los cinco básicos como el sentido cinestésico, el que te dice como estás en el espacio. Por ejemplo, observa si tu hábito es mirar hacia abajo. Recuerda qué interés tiene tener ojos: te dicen donde está lo que te interesa, te indican hacia donde tienes que ir. Por lo tanto si miras hacia abajo como hábito (mirar hacia abajo está bien cuando es necesario, pero si no lo es, estás “gastando” el sistema), tenderás a ir hacia abajo. De esta forma, no estás usando la gravedad en tu beneficio, lo cual afectará a tu equilibrio y, para no caerte, el organismo se tensará inadecuadamente.

Por último, en las clases vas a desarrollar ciertas cualidades que están presentes en todos los seres humanos, pero solo de forma potencial. Si no las trabajas, no estarán activas. Se trata de las capacidades de inhibir, o parar, tus respuestas a los estímulos y de dirigir tus pensamientos. Es decir, tener conciencia de ellos y decidir como quieres usarlos para dirigirte por la vida.
Si eres consciente de cómo te mueves, como te usas en las actividades diarias; si recibes información del organismo de forma que puedas parar y pensar en que vas a hacer para mejorar las cosas; y si conoces los hábitos que interfieren con tu capacidad de interaccionar de la mejor manera posible con la gravedad, entonces tu capacidad de ir hacia arriba estará despierta, será dinámica y adaptable a tus necesidades y circunstancias.

Antes he hablado de la verticalidad de los árboles, les beneficia. Pero, ¿y a los seres humanos? Te propongo que hagas una observación por edades. Observa a estos cuatro grupos: niños hasta 5 años, adolescentes, adultos y tercera edad. ¿ves un patrón que puedas clasificar con respecto a cuanta verticalidad conservan? No es casualidad que la palabra “postura” se haya impuesto. La “buena postura” va asociada a la verticalidad, cuanto mejor es una, más presente está la otra.  

Para terminar, te ofrezco un pequeño trabajo práctico. Ponte de pie mirando por la ventana. Con los ojos abiertos lleva tu atención hacia tu equilibrio. Observa si estás vertical o hay alguna parte que se va hacia delante, o hacia atrás (la cabeza, la pelvis, los hombros…). Imagina un árbol vertical aguantando el peso de la nieve. ¿Encuentras el punto en común? ¿O más bien tienes la sensación de que no estás en esa forma? Vete ahora al soporte ¿dónde está? ¿son los pies, la espalda, los brazos, la lengua? Pregúntate qué te sostiene. Observa si vas hacia arriba o hacia abajo. Si no llegas a saberlo exactamente, no pasa nada. Entonces piensa si estás yendo hacia abajo. Si sientes que estás yendo hacia abajo, ahí tienes la información. Si es así, pregúntate qué parte te está llevando hacia abajo. Puede que sean los brazos, la tripa o una pierna. Puede que sea la cabeza o las lumbares. Si lo puedes observar, ya has avanzado mucho.

Verás que ir hacia arriba no es fácil de sentir (a no ser que tires de ti en esa dirección, y no es una buena idea ya que requiere hacer un esfuerzo innecesario) pero sí puedes notar si estás yendo hacia abajo. Por lo tanto, si no vas hacia abajo es que tu tendencia es hacia arriba. Una vez más, el bello binomio que la naturaleza nos ha regalado.

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