Siempre he trabajado con muchos músicos. La naturaleza del acto de tocar es compleja, se juntan muchos elementos que, cuando confluyen con equilibrio, dan un bello resultado sin perjudicar al músico.
He visto que a la cuestión técnica y artística se une la complejidad del uso del cuerpo, la atención a la tarea y el contacto con el exterior, es decir, la relación con los demás músicos, la persona que dirige la orquesta y el público. Es un fino equilibrio que puede desordenarse por cualquier lado.
El uso del cuerpo es esencial en la ejecución musical. No hay que olvidar que la esencia de ese cuerpo es el cambio; mientras se mantenga su capacidad de cambio, funcionará bien. Si nos vemos obligados a repetir una acción mucho tiempo o muchas veces, es fácil cansarse, aburrirse y que se generen tensiones innecesarias. Tanto en el cuerpo como en la mente.
Esta situación de repetición en el estudio de la música, por ejemplo, alimenta una sensación de confort y mejora. Pero a menudo no es fiable. Se han hecho estudios en los que se observa que los resultados positivos en el estudio de “hoy”, por ejemplo, no llevan necesariamente a un buen aprendizaje a largo plazo. Puedes leer este interesante artículo: Why the Progress You Make in the Practice Room Seems to Disappear Overnight
También, cuando uno se cansa de tocar, se recurre al descanso, pero siendo este recurso necesario, no es suficiente. Es indispensable buscar y construir recursos internos propios. En este apartado es donde la Técnica Alexander ha demostrado ser una herramienta muy útil para la ejecución de la música. Así, trabajamos el comienzo del acto de tocar, ya que nos interesa el equilibrio cuando estamos de pie o sentados. La calidad del equilibrio determinará como levantamos los brazos para coger y accionar el instrumento, la respiración para manejar el aire y la atención que tenemos disponible a la hora de tocar.
Trabajamos una actitud dinámica en relación con la ejecución musical. El proceso ofrece un aprendizaje constante. Nos entrenamos para mejorar ciertas capacidades innatas que requieren de la práctica consciente para un funcionamiento óptimo. Así, el trabajo incidirá positivamente en los siguientes campos:
- Nuestras reacciones a los estímulos que van surgiendo. Por ejemplo, ante un pasaje difícil o ante la idea de la perfección. Estas reacciones suelen ser hábitos perfeccionados a lo largo de muchos años. Son automáticas y nada controladas, pero es posible cambiarlas.
- La respiración. Dado que la respiración está íntimamente conectada con el pensamiento, el soporte y el movimiento y todos estos aspectos juegan un rol en el acto musical, cuando ajustamos la forma en que funciona el cuerpo y los pensamientos, la respiración mejorará de forma espontánea. Aunque la Técnica Alexander tiene herramientas concretas para mejorarla en cada clase, se hable de ella o no, mejorará.
- La coordinación neuromuscular. Se equilibran las tensiones musculares. Creamos conexiones adecuadas entre partes (por ejemplo, entre brazos, manos, dedos y la parte baja de la espalda) y entre acción y pensamiento.
- La conciencia de “cómo estoy”, “cómo me muevo”, y “qué hago con mi cuerpo” cuando necesito cubrir alguna necesidad
- El manejo del estrés. Si al cuerpo le sobra tensión en algunos sitios mientras le falta en otros, hay un desajuste que lleva al estrés. Cuando aprendemos a soltar, parar y decidir lo que queremos en un momento dado, el estrés se volatiliza, ya que no tiene el caldo de cultivo en el que sobrevive. Esto también influye en la capacidad de manejar el pánico escénico, puesto que si el cuerpo está estresado será muy fácil que, en las condiciones adecuadas, aparezca una sensación de nerviosismo descontrolado.
- La experiencia musical y la calidad del sonido. Todos mis alumnos músicos han expresado como han cambiado, a mejor, estos aspectos. Hay que recordar que, junto al instrumento musical, está el cuerpo, que es el mecanismo que lo acciona. Un mecanismo desajustado afectará a la calidad del sonido. Por supuesto, la práctica y la capacidad del intérprete puede soslayar esto en cierto modo. Pero luego está la experiencia musical. Es decir, ¿es de disfrute o de aburrimiento o sufrimiento? ¿hay interés en estudiar cada obra o se quiere cumplir con el trámite? Cuando el cuerpo está más abierto, libre y conectado con los pensamientos, está en mejor disposición de tener una experiencia más placentera.
- El conjunto de exigencias físicas y mentales que, de manera consciente o inconsciente, lideran nuestras acciones a la hora de acometer una obra o pasaje. Aquí entran en juego tres aspectos fundamentales: el tiempo, el deseo de “hacerlo bien” y la forma que tenemos de definir como es ese “hacerlo bien”. Cada uno de estos aspectos se podría ampliar en un escrito propio, ya que son temas muy básicos de la forma en que planteamos cualquier actividad de nuestra vida. Pero daré un ejemplo. Imagina un día en el que te has propuesto hacer diez recados. Lo primero, tendrás que valorar si te va a dar tiempo a hacerlo todo. Puede que sí, pero corriendo. Esto tensa el sistema innecesariamente. El planteamiento es “si lo hago todo, bien. Si no, mal”. O bien te puedes plantear: “voy a hacer una cosa, luego otra y después otra. A ver hasta donde consigo llegar”. En este caso, la orden al sistema es totalmente distinta y tendrá otro efecto. Por último está la percepción de si lo he hecho “bien” o no. “Bien” es admisible, pero “perfecto” puede ser perjudicial. ¿Por qué? Porque con semejante exigencia es difícil que lleguemos a un punto de satisfacción. Y, de nuevo, la insatisfacción tensa el sistema.