Conectar. Artículo sobre Técnica Alexander con Marta Barón en Madrid

Conectar… se escribe con S (I)

Una situación típica: haces tu vida cumpliendo con tus exigencias, necesidades y deseos sin mayores dificultades. Ejerces tu cuerpo y tus decisiones con cierta fluidez, consigues lo que te has propuesto. Haces. Ejecutas. Te mueves. La acción da forma a tu vida.
 
Entonces, aparece un límite en el cuerpo. Lo que siempre habías hecho sin pensar, empieza a resultar más difícil. Puede que veas bastante claro el problema, pero la solución no llega. Es posible que alguien con conocimiento técnico, te ofrezca un diagnóstico; pero más veces de las que nos gustaría, no proporciona una solución.
 
El cuerpo falla, y no consigues entender por qué. Es entonces cuando entra en juego un elemento que siempre estuvo ahí y no veías: la posibilidad de acercarte de otra forma a tu persona y desarrollar tus capacidades, tus potencialidades.
 
Así pues, tienes un problema, buscas una solución, ya que no te la proporcionan desde fuera. ¿Es posible que se encuentre dentro de ti? Para empezar, ¿dónde estás? ¿qué te pasa? ¿Puedes intervenir para encontrar una solución?
 
La Técnica Alexander te enseña dónde estás, qué te pasa, cómo puedes resolver. Te da herramientas que te permiten contestar con un “Sí” muy claro a la última pregunta. La resolución pasa por ampliar tu conciencia de ti. Cuantos más elementos manejes, más fácil será encontrar una solución.
 
Ya llego, por fin, a la S del título: SENTIR
 
Si no puedes sentir, no hay conexión. En la infancia, sentías, aunque no eras consciente de ello. Sentías y actuabas, en consecuencia, sin pensar demasiado. Y tus reacciones eran suelen ser adecuadas, muestran lo que está pasando por dentro. Al crecer, aparecen filtros: la mente, los pensamientos; nos cuesta reaccionar de acuerdo a las sensaciones. Nos desconectamos. Y entonces resolver es complicado. Pasamos a depender por entero de los demás y su conocimiento.
 
Pero, ¿qué es sentir?
 
El ser humano es un animal sensorial: tiene una serie de mecanismos sensoriales que le dan información de diferente naturaleza. El conjunto de estos mecanismos, este “sensorio” le ayudan a sobrevivir. Veamos de qué tipo son.
 
Para empezar tenemos cinco sentidos muy diversos que le ofrecen diferente tipo de información para completar el cuadro que tiene delante. Vista, oído, tacto, olfato y gusto son sentidos de información “positiva”, informan de lo que hay. Por ejemplo, si escuchas con atención y te preguntas qué oyes, podrás oír el tráfico, o la cisterna del piso de arriba, o los pájaros cantando. Pero no recibes la siguiente información “no oigo un camión”. Si lo buscas y no lo encuentras, claro, tomas conciencia de ello, pero el oído en sí no te informa en concreto de que no lo oye. Lo mismo pasa con los otros cuatro sentidos.
 
Hagamos un pequeño juego: para por un momento y pasa uno a uno por los cinco sentidos, ¿qué te llega? Primero la vista, observa el lugar en el que estás. Después el oído, el olfato, el gusto y por último el tacto. Observa lo variado de toda esta información. Es sutil y genera una percepción más viva de ti mism@.
 
En segundo lugar, está el sentido propioceptivo: nos da la capacidad de sentir el cuerpo propio, la posición de las partes del cuerpo, el movimiento. Interviene en el control del equilibrio, la coordinación de los dos lados del cuerpo, la alerta del sistema nervioso. Influye en el desarrollo emocional y del comportamiento. Es mucho más sutil que los cinco anteriores y no proporciona información positiva, sino que es un sistema de alarma que salta cuando algo va mal o es inusual.
 
Juguemos: observa como el aire entra y sale por las fosas nasales, ¿podrías decir si entra y sale más por la derecha o por la izquierda? Sigue con la respiración y observa si notas el movimiento de la caja torácica: primero arriba, luego en las costillas por delante y luego por detrás. Por último, mira si la entrada y la salida de aire afecta a la zona del sacro, justo encima de las nalgas y en el centro de la espalda. Pon ahí tus manos y mira a ver si puedes reconocer algo de movimiento. Por último, ¿notas si afecta a tu estado de ánimo observar la respiración?
 
Nuestro estilo de vida no ayuda a que este esencial sentido funcione a nivel óptimo. Las exigencias imperantes generan hábitos que afectan a la eficacia de los músculos; se tensan o relajan indebidamente, por lo que no envían información adecuada y la propiocepción se desajusta. Se puede recuperar haciendo el trabajo adecuado. A su vez, cuando se activa, es posible identificar los hábitos para poder acometer su “reforma”. Esto, favorece la conexión con un@ mism@, lo cual es sentar las bases para poder resolver lo que nos pasa. Es un sistema de retroalimentación que hace que cuando una parte mejora (la capacidad de percibirnos) influye positivamente en la otra (los músculos funcionan mejor y envían información) y así podemos mejorar todo el tiempo. Con la situación opuesta, también ocurre: si la primera parte funciona mal, perjudica a la segunda y así sucesivamente.
 
Continúa en la segunda parte.

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