Hoy en día hay una gran cantidad de personas buscando la posición o la “postura” “correcta”. Entrecomillo las dos palabras porque ambos conceptos corresponden a una idea preconcebida social e individual.
Se habla constantemente de la postura como si ésta fuese algo que se puede aprender, copiar de un modelo o mantener sin importar las circunstancias externas (edad, salud, actividad o tiempo). Nada más lejos de la realidad; mantener la postura requiere energía, coordinación, equilibrio y salud. Cuando alguna de estas cualidades falta, la cosa se complica mucho y a menudo lo percibimos como una dificultad para estar de pie.
Es importante decirlo: la postura correcta no existe. Si te paras a pensar en lo que significa la palabra postura para ti, verás que tiene algo de estático. Esto es lo que yo he visto una y otra vez con mis alumnos. Cuando consiguen la postura, resulta que no podrían ya moverse porque la perderían. Y es que el ser humano es un animal que se mueve. Por lo tanto la idea de postura es muy limitada con respecto a los estímulos que nos vamos a ir encontrando en el día a día.
Entonces llegamos a la idea de Alexander: la dirección correcta. Ah! Esto sí. Porque la dirección es una cualidad que nos habla del movimiento, del alargamiento; en definitiva: la expresión de la actividad humana. El concepto de dirección es muy propio de nuestro trabajo y para entenderlo hay que tener la experiencia. Sin embargo no tenemos más que ver a un niño pequeño corriendo para darnos cuenta de que tiene una dirección por defecto.
La dirección engloba el movimiento, el tiempo que nos damos para reaccionar a un determinado estímulo y también el tiempo que tardamos en conseguir una habilidad. Nos habla también de poner a trabajar la mente consciente para conseguir lo que nos hemos propuesto sin hacernos daño.
Cuando se trabaja la idea de la dirección vamos construyéndonos. No desde lo que tiene que ser, sino desde la observación de cómo nos movemos, reaccionamos a los estímulos del día a día o cómo juntar nuestras necesidades con las limitaciones.
A menudo veo gente que tiene “buena postura” pero cuando vienen a clase constato que hay mucha rigidez en su forma de “llevarse”. Entonces, les empiezo a enseñar algo sobre la dirección correcta y poco a poco van recuperando libertad, flexibilidad y el soporte de su espalda. Esto incide en que su postura mejora. Pero el camino es al contrario de lo que se suele pedir.
No es la postura lo que genera buena salud; sino que usarnos bien, recuperar la capacidad de observarnos, revisar nuestra dirección corporal y trabajar desde los medios es lo que genera buena postura.
Otra cosa que trabajo mucho con mis alumnos es la idea de “correcto”. Hay tantas ideas como personas, y merece la pena descubrir la de cada alumno ya que de esa idea depende su aprendizaje. Una vez más, cuando nos conectamos con el cuerpo más que con una idea preconcebida, todo es más fácil y más fluido.
Juguemos un poco. Piensa en la última tarea que has llevado a cabo. ¿Querías hacerlo “bien”? ¿Qué es “bien” para ti? ¿Es tu propia idea o la que alguien más ha impuesto en tu mente? ¿Es esta idea y los actos que derivan de ella, buenos para ti en este momento? ¿Tu objetivo se puede conseguir sin hacerte daño?.
Todas estas preguntas nos ayudan a “dibujar” la forma en que hacemos algo, como nos sostenemos y, en definitiva, como es nuestra “postura” o bien nuestra “dirección”. La dirección se puede construir, lo cual lleva a la postura que consideramos “buena”.
Marta Barón