El hecho es que SI, todos los seres humanos tenemos una dirección concreta en el espacio. De hecho, compartimos esta dirección con los demás seres vivos del planeta. Ya sean plantas (que no se mueven de un lado para otro), animales acuáticos, aéreos o de tierra; ya sean animales de cuatro, ocho o dos patas, todos los seres vivos tenemos la misma dirección: hacia arriba.
Igualmente, cuando cualquiera de estos seres vivos dejan de estarlo, su dirección viene determinada por la fuerza de la gravedad: hacia abajo. Los objetos inertes, sin embargo, siempre van hacia abajo; son incapaces de crecer o moverse. Piensa en una silla, una piedra, o el agua del mar. No se mueven solos, solo si interviene una fuerza externa. Y en cuanto esta cesa, vuelven a ceder al dictado de la gravedad: hacia abajo.
Enseño a mis alumnos a pensar en la cuestión de su dirección general. Al principio es difícil de entender pero si lo piensas un momento, resulta lógico. ¿Cómo, si no, íbamos a oponernos a la constante fuerza que tira de nosotros hacia el centro de la tierra, la gravedad? Y aquí es donde está la cuestión: que la gravedad es una constante. Siempre actúa con la misma fuerza; estemos en buena forma física, enferm@s, estresad@s, desanimad@s o enfadad@s, el estímulo de la gravedad es el mismo. Cabe preguntarse cómo reaccionamos a ella cuando no estamos en un estado “óptimo”. Pues mal, el resultado es que nos vamos hacia abajo. Y esto no ayuda a recuperar el estado óptimo de funcionamiento, todo lo contrario.
Aparte de los estados de ánimo o de las enfermedades, está la cuestión de cómo nos usamos a nosotr@s mism@s en el día a día, es decir, qué hábitos tenemos. Me refiero al movimiento consciente: alargar los brazos para teclear o coger el volante, un libro, el tenedor; dar un paso, usar la voz, estar de pie en una cola, sentarnos en una silla o un sofá, dar una patada a una pelota, etc.
A menudo, hacemos todas estas acciones tirando hacia abajo. Por supuesto, no somos conscientes de ello porque son hábitos que se han instalado en nuestro sistema muy poco a poco, desde la infancia. Para cuando nos llega “el problema” ya estamos muy lejos de poder identificar esta situación. Si tenemos suerte, alguien podrá ayudarnos. En caso contrario, hay que considerar qué está un@ haciendo consigo mism@, cómo nos estamos usando.
Saber que nuestra dirección natural es hacia arriba es esencial. Esto no es algo que se inventó FM Alexander, tan solo descubrió y nombró algo que ya estaba allí. De hecho, ir hacia arriba es bello y lo buscan l@s modelos o l@s bailarin@s; pero también lo vemos en l@s atletas que trabajan bien. No solo es bello sino que favorece un funcionamiento óptimo a la hora de llevar a cabo una actividad exigente. Aunque, muchas veces tengo la impresión de que algunos colectivos lo que hacen es “recrear” la dirección hacia arriba porque intuitivamente saben que esa es la manera. Pero no lo tienen claro en su disciplina y entonces en vez de dejar que ocurra, “hacen” la dirección y en vez de tirar hacia abajo, tiran hacia arriba. Seguro que ya sabéis que no es esto lo que pretendemos. No, la dirección hacia arriba nos pertenece por derecho propio, tan solo tenemos que estar vivos y en buen estado (no enfermos) y la dirección ocurre sola. En ese sentido, es lo mismo que abrir los ojos y ver o simplemente oír lo que ocurre alrededor: ocurre solo.
Cuando no estamos enfermos pero no estamos yendo hacia arriba ¿por qué es? Porque estamos interfiriendo psicocorporalmente con esta dirección. En la Técnica Alexander nos dedicamos a enseñar a identificar estas interferencias. Una vez que la persona ve que está interfiriendo en un aspecto u otro estamos avanzando.
Te propongo una pequeña prueba. Para y obsérvate. Pregúntate si estás yendo hacia arriba ¿sí? ¿no? ¿no lo sé? Si no lo sabes, ya sabes algo sobre ti. Si tienes la sensación de que no estás yendo hacia arriba, ¿es que estás yendo hacia abajo? Esto es relativamente fácil de percibir. Si percibes que estás yendo hacia abajo surge la siguiente pregunta ¿qué parte de mi cuerpo me está llevando hacia abajo? ¿son los brazos? ¿la mandíbula? ¿las lumbares?
Por último, si sientes que estás yendo hacia arriba, pregúntate ¿lo estoy “haciendo” o está ocurriendo solo? Si, por el contrario, no sientes que estás yendo hacia abajo, aunque tampoco sientas que estás yendo hacia arriba, lo más probable es que así sea. Si no estás yendo hacia abajo, es que estás yendo hacia arriba. Es sutil, lo sé. Investiga, busca el fallo de este pequeño juego. Y cuéntamelo si quieres en un comentario al post, te responderé seguro.