TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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Llevar peso: habitual y ¿difícil?

4/2/2019

 
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Mi anterior post, sobre la idea de ir “hacia arriba”, te mostraba lo esencial que es esta dirección en el uso de ti mismo. Esta idea la puedes aplicar a cómo manejas los pesos externos: bolsas, mochilas, carteras, instrumentos grandes o pequeños, y otros objetos que tu organismo transporta a lo largo de tu vida.

Para empezar, date cuenta de una característica que te diferencia de  esos pesos: tú eres  un ser vivo; los otros, seres inertes. Tu relación con la gravedad es muy distinta: tienes una capacidad innata para oponerte a la gravedad, por lo que tu dirección básica y esencial es hacia arriba; los pesos externos, inertes,  van hacia abajo. Sin excepciones.

Esta diferencia en la dirección hace que llevar un peso pueda ser un punto de referencia que te dinamice, favoreciendo tu dirección natural. El peso del objeto facilita que te conectes con tus mecanismos de soporte y que llevar el peso sea una fuente de información de como "te usas" en unas circunstancias de mayor demanda.

No es lo mismo saber esto que no saberlo. Por lo tanto, no olvides que tú vas hacia arriba, el peso hacia abajo. Es la forma en que te relacionas con ese peso la que llevará a un resultado u otro. A esta forma la llamamos “uso”. Por lo tanto, como "te uses" cuando coges y mueves ese peso, es relevante.

Se pueden decir algunas cosas concretas para cuando llevamos el peso con los brazos, o en la espalda o en el frente. Piensa en las bolsas de la compra, por ejemplo. Sientes el peso en los brazos y en los hombros. Observa cómo el peso de las bolsas va hacia abajo y que no está tirando de tus brazos hacia ese lugar; pero tampoco bloquees los hombros. En su lugar, piensa en no sujetar brazos y hombros, en soltarlos al peso de las bolsas al tiempo que recuerdas cuál es tu dirección. Hacia arriba, siempre hacia arriba. Así, verás que es la espalda la que lleva el peso en lugar de hacerlo con los brazos u hombros, cuya función no es esa.

Piensa en el modo en que llevas una bolsa de mano, siempre pegada al cuerpo, ¿verdad? No se te ocurriría levantar el brazo horizontalmente y llevar así la bolsa. ¿Por qué? Porque sería mucho más esfuerzo. Desde un punto de vista mecánico, sería desventajoso. Por lo tanto, acercas el peso al cuerpo. Lo mismo ocurre si llevas una mochila o una caja. Siempre cerca del cuerpo, cerca de la columna vertebral. Columna ¿Te has parado a pensar en esa palabra? Columna es un objeto que sujeta, que sostiene. El cuerpo humano no es una excepción. Si vas a coger un peso, asegúrate de que es la espalda, con su columna, la que hace el trabajo.

Por lo tanto, si llevas una mochila, lo más pegada al cuerpo posible, deja que te “abrace”. Observa si te lleva hacia abajo y si tienes la sensación de que es así, mira a ver si puedes descubrir si son los brazos, la espalda, los hombros o quizás la tripa la que sigue el dictado de ese peso. Si no te mueves por un momento cuando te la pones en el cuerpo, quizás puedas trabajar más fácilmente la idea de ir hacia arriba. Observa el contacto de los pies en el suelo, hacia arriba desde los pies y desde la mochila.

Te propongo un pequeño experimento: colócate la mochila o coge la bolsa y no te muevas durante un minuto. Observa la demanda que ejerce el peso sobre la espalda, la columna, los brazos, los hombros, las piernas. ¿Notas la oposición entre el peso y tu dirección propia? Esto es algo deseable ya que cuando sales del hábito (normalmente solo portas tu peso y añadir un peso externo te hace salir de ese “soporte habitual”) recibes información del cuerpo; pero también puedes usar información de la mente (observarte, decidir qué quieres, recordarlo de vez en cuando).

En mi experiencia, lo que me parece más difícil es llevar un bolso en el hombro, ya que el peso no se distribuye homogéneamente. En este caso, de vez en cuando chequea si estás subiendo el hombro. Verás que es muy fácil hacerlo, de hecho ocurre sin que nos demos cuenta. Cuando no te muevas, observa la respiración ¿estás interfiriendo de alguna forma con ella? Si es así, lo más probable es que el hombro esté subido. Juega a observar tu respiración cuando no te mueves, andando, subiendo escaleras. O, justo después de andar.

Para resumir, se trata de no caer en el descuido. Llevar peso exige de ti mejor soporte, equilibrio y coordinación que cuando solo tienes que moverte tú. Si te descuidas, los (malos) hábitos se harán fuertes en el sistema y eso va a impedir que tu funcionamiento sea óptimo.

¿Existe una postura correcta al dormir?

18/9/2018

 
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 ¿Qué haces cuando duermes? ¿Sientes rigidez al levantarte? ¿Te contracturas? Y si es así, ¿se puede tener algún control en la forma en que duermes?

La Técnica Alexander se ocupa de la cuestión del uso, una cualidad consciente y deliberada. Cuando “ejerces” el uso abres la puerta a darte cuenta de lo que haces en las acciones de la vida cotidiana. Pero, teniendo en cuenta que dormir es un acto en el que la conciencia se cede ¿puedes interferir positivamente en la calidad de tu sueño? Veamos.

En mi experiencia el soporte sobre el que duermes, tu cuerpo, es lo más importante. Por supuesto, el tipo de almohada o el colchón tienen una cierta relevancia, pero estos factores externos no juegan un rol predominante. Es el estado general de tu cuerpo y como lo usas, lo que debes mirar.

Se trata de saber si sobra o falta tensión cuando duermes, si tu tono muscular general está equilibrado. Si no es así,  entonces necesitarás que lo que te rodea sea “perfecto”. Pero recuerda que tu propia vida te impone cambios continuamente en este frente: vas a casa de amigos a dormir, tienes que descansar en un avión o en algún sitio con demasiada luz o ruido. La adaptación a estas circunstancias no es fácil, ¿verdad? Es ahí cuando es posible dormir mal. ¿Crees que sería posible  tener una actitud dinámica que te permita interaccionar con el entorno que tienes para descansar partiendo de la base de tu  cuerpo y sus posibilidades?

La postura para dormir es una pregunta constante pero no tengo una idea fija de cual es la mejor. Boca arriba, sobre la tripa, de lado. No tengo una opinión sobre esto. Lo que sí tengo claro es que tienes que descubrir si te encoges cuando duermes. Esto si es esencial.  Te puedes encoger en cualquiera de estas posiciones y también en tu mejor colchón o con tu almohada perfecta. Y si lo haces, tu forma de dormir no es óptima. Encogerse no ayuda al descanso ni a la salud de la musculatura.

Encogerse ¿qué es encogerse? La naturaleza del músculo es la contracción muscular. Cuando termina el movimiento, esa contracción ya no es necesaria. Pero si no la “soltamos” entonces se hace fuerte en el sistema. Al cabo de meses o años, nos colocamos en un “encogimiento” que parece estructural; y tenemos la sensación de que eso no se puede cambiar.

Por lo tanto ¿te encoges mientras duermes? Lo más probable es que, al principio, no sepas si lo estás haciendo. El trabajo es descubrir si te encoges cuando duermes, lo cual no es fácil. Pero, ¿cuándo se ha iniciado el “encogimiento"? ¿Ha sido en el acto de dormir? ¿Llegué así a la cama? Los que conocéis el trabajo ya sabéis lo que hay que hacer. Toca observarte.

De momento puedes empezar a observarlo en un entorno diferente a la cama.

Hagamos un juego: elije un entorno en el que observarte (el coche, la cocina, mientras andas o ves la tele). Por ejemplo, si elijes el entorno del coche, observa si estás encogiendo la boca o frunciendo el ceño; si estás encogiendo el cuello, la espalda o el frente del cuerpo (entre el pubis y el cuello); o quizás si estás encogiendo las piernas al apretar los pedales. Si identificas algo, empieza a observarlo en otros contextos también, céntrate en una sola cosa y mira si ocurre otras veces. Entonces, puedes mirar si ocurre en el entorno del sueño.

Hay tres momentos clave: cuando te metes en la cama y vas a dormirte, en mitad de la noche en esos momentos en los que te despiertas (para ir al baño, beber o porque algo te ha sacado del sueño) y por la mañana al ir a levantarte. La observación ha de ser cotidiana, casual, ligera. Sin escrutarse, si pasas varios días sin acordarte, no importa. Recuerda que la información llega poco a poco. Sin prisa.

Una recomendación: si te levantas con rigidez, haz  semisupino al levantarte. Hay una explicación completa en mi web. Verás que si lo haces varios días, no sólo se pasará la rigidez sino que aprenderás muchas cosas de lo que haces en el día a día. También te lo recomiendo si lo que te cuesta es conciliar el sueño. Un rato de suelo antes de dormirte te ayudará a soltar las tensiones del día.

¿Conduces? ( y II)

19/7/2017

 
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El mes pasado acabé mi artículo hablando de la espalda. Como la colocas cuando empiezas a conducir, en la conducción y después, te dará información de cómo te has usado al conducir.
 
Tu espalda, al ser tan larga y ancha, refleja las consecuencias de algunas de tus dificultades a la hora de conducir. Es una parte fundamental en ti y su configuración en el espacio te define como especie. Cuando conduces, la espalda debería estar erguida. Esto no aporta nada nuevo a lo que ya sabías, ¿verdad? El caso es  que si no está erguida puedes estar seguro de que algo va mal o lo hará en el futuro. En el artículo anterior he hablado de elementos “internos”, es decir, partes de tu cuerpo que puedes observar y cambiar. Ahora me ocuparé de elementos “externos”, es decir, partes del coche que puedes usar como puntos de referencia externos a ti y que te darán información sobre lo que pasa e intervienen en como está la espalda. Se trata del respaldo del asiento, la inclinación del asiento, el cinturón de seguridad y el volante.
 
Ante todo recuerda: la rectitud de la espalda no es un objetivo. Si tu musculatura y las fuerzas que la animan están ordenadas, será una consecuencia. Y también una fuente de información para cambiar la forma de conducir. Si estás conduciendo y ves que tu espalda no está erguida empieza a mirar(te). Esto es lo que cambiará el resultado final. En mi experiencia no hay demasiadas normas a las que ajustarse, más bien una serie de cosas que chequeo con constancia pero sin prisa. El estado de mi espalda me indica por donde empezar. Vamos.
 
1. El respaldo del asiento. Observa la forma que tiene antes de sentarte en él. ¿Tiene un ángulo pronunciado hacia atrás o está casi recto? Si está muy hacia atrás trabaja con ello durante varios días, ve cambiándolo poco a poco ya que si lo hicieras muy rápido sería tan incómodo que lo percibirías como incorrecto. Si el respaldo está muy hacia atrás observa tu espalda, el cuello y la cabeza: la espalda se arqueará, el cuello se pondrá rígido y la cabeza tendrá que quedarse quieta en una posición para asegurar la estabilidad. La libertad de movimiento, por la ventana.
 
2. La inclinación del asiento. Por motivos de seguridad el asiento está configurado de tal forma que la rodilla siempre estará más alta que la cadera. Esto asegura que si hay un frenazo brusco, la mecánica no te impulse hacia delante sino todo lo contrario. Sin embargo, la mecánica de tu cuerpo resulta favorecida con esta opción. De hecho, es la cadera la que debería estar más alta. El acto de conducir impone un cierto desorden estructural en las piernas, lo cual puede afectar a la espalda: se aprietan contra la articulación de la cadera y la espalda tiene más difícil hacer su trabajo. Por eso es importante que trabajes la atención. Observa si tus lumbares se  “desmoronan” sobre el respaldo. Recuerda que el respaldo está ahí para dar soporte, no para “sustituir” a la espalda. ¿Y si el respaldo desapareciera de pronto? Ensaya en casa lo que es sentarse sin respaldo (no más de cinco minutos) y con él. ¿Te desmoronas? Si es así, es muy probable que el mismo hábito esté funcionando cuando conduces.
Si tienes la sensación de que te has derrumbado sobre el respaldo observa como están el cuello y la cabeza. Verás que están desordenados; suelta los hombros y recuerda que tu dirección general es hacia arriba. Siempre hacia arriba.
 
3. El cinturón de seguridad. Observa si al ponerlo te está haciendo encogerte en el frente del tronco, desde el pubis hasta el esternón; y desde éste hasta detrás de las orejas. ¿Te está llevando hacia abajo? Puede que al principio del viaje, no. Después de un tiempo vuelve a comprobarlo; si ves con claridad que sí, muévelo un poco hacia fuera y piensa en soltar el frente del cuerpo, el cuello, los hombros. Si estableces esta dinámica verás que es mucho más fácil con el tiempo y tendrás una relación constante con tu cuerpo cuando estés en el coche. 

4. El volante. Observa si lo estás agarrando como si no hubiera un mañana. Me resulta muy útil pensar en soltar los hombros ya que cuando agarro el volante demasiado los hombros se bloquean. Suelta los codos y permite que se alejen de las manos. El volante es un gran punto de referencia para saber si estamos agarrados. Trabaja agarrando el volante lo mínimo posible, con las manos cerradas, con las manos cerradas pero sin agarrar, alargando los dedos, volviendo a cerrarlos sobre el volante.
 
Este trabajo que te propongo puede llevarte semanas, incluso meses. Aunque te lleve un año entero, verás que tu forma de conducir no hace más que mejorar. Verás que el acto de conducir se convierte en un entorno interesante en el que mejorar tu uso y que te hará pensar en lo que haces en otros ámbitos. Y, lo mejor de todo, te dolerá menos la espalda, el cuello y los hombros.
 
Para terminar sólo diré: si conduces, respira. Me ocuparé de este importante tema en un artículo futuro. 
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