TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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El olivo esencial

18/6/2020

 
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El olivo esencial

Me cuenta un hombre del campo que el olivo es un árbol singular. Si no te ocupas de él, presenta una apariencia escuchimizada. Su única tarea es sobrevivir. Aprovecha el agua que le cae encima y no ofrece nada. Pero en el momento en que empiezas a cuidarlo, empieza a mostrar su exhuberancia y su generosidad, ofrece su fruto y cuanto más lo cuidas, más frondoso y bello aparece. Es entonces cuando su esencia se pone de manifiesto, los resultados son el efecto directo del cuidado y de su naturaleza.

Las personas, como los olivos, tenemos una esencia. Cada persona comparte elementos esenciales, los que la definen como ser vivo y como ser humano. Y, además, posee otros elementos únicos e irrepetibles que tendrán la oportunidad de expresarse si se dan las condiciones. La Técnica Alexander es una excelente herramienta para recuperar la expresión de la esencia, si se ha perdido; y para darle alas, si se mantiene activa.
El elemento que facilita esta tarea es que la Técnica Alexander genera cambio. Para empezar, el que nos lleva del malestar al bienestar: nos duele algo, una exigencia profesional se hace imposible o no entendemos como funciona nuestro cuerpo. En las clases construimos las condiciones que resuelven cuestiones aparentemente tan dispares; las soluciones parten de nuestra esencia.

Cuando recibía clases y también cuando me formé, el cambio empezó muy rápido. A lo largo de esos meses y años, tenía la impresión de estar volviendo a algo que ya había conocido antes; el cambio consistía en revertir una transformación que se había producido en años anteriores con el objetivo de acomodar la vida, además de ocurrir sin que yo me diera cuenta. Estos cambios inconscientes dieron lugar a dificultades concretas que aparecieron con el tiempo, motivándome a buscar una solución que me libraría de mis dolores corporales y aumentaría el disfrute vital.

La transformación de la que hablo, ¿puede interferir de tal manera que nos lleve a ser alguien que no somos? En mi experiencia somos "en esencia" alguien con cualidades y limitaciones únicas, no hay otra persona que contenga esa misma combinación. ¿Se puede interferir con estas características individuales? De ser así, estaríamos obstaculizando nuestra esencia. Ocurre a menudo; lo interesante es ver si el cambio en la mala dirección puede revertirse y como se consigue.
Como somos seres de hábitos, lo que nos gustaría saber es si hemos desarrollado hábitos que empeoran nuestra reacción a la vida. La Técnica Alexander es un radar de hábitos de reacción a cualquier estímulo que se nos ponga delante. Los hábitos son como una capa de maquillaje que cambia el color de la cara, pero deja inalteradas las manchas o las ojeras que hay debajo. Cuando se han establecido, la "transformación" se ha producido.

¿Cuándo, cómo y por qué se empiezan a fabricar estos hábitos? Durante los años de formación más intensa (hasta los 15 años quizás), un tiempo en el que tenemos que aprenderlo todo: como movernos por el mundo, a desarrollar nuestros intereses personales, a cuidarnos, etc. A veces son acciones muy exigentes y suele ser ahí donde se inician y desarrollan los hábitos "reaccionales". Se despliegan en todos los ámbitos: corporal, educativo, familiar, social, emocional, etc. Nos ayudan a sobrevivir y a sostener la vida, por lo que no pueden ser descartados a la ligera. También operan de otra forma: si no están sintonizados con nuestras necesidades y limitaciones internas, entorpecen los mecanismos corporales haciendo que funcionemos peor.
Yo creo que también afectan a quienes somos en esencia y nos llevan por un camino que no es exactamente el "nuestro". Mi impresión es que la esencia, en realidad, queda inalterada; pero si repetimos demasiadas veces esos hábitos que interfieren, acabará quedando "apantallada", no expresándose con fluidez en el día a día. Parecería que somos de una manera, que tenemos deseos claros y sin embargo algo parece que no funciona del todo bien; no somos capaces de estar sentados al ordenador sin terminar con algún dolor; portar el cuerpo nos cuesta un mundo si llevamos peso o conducimos un rato largo; o bien tenemos un sinfín de manías en las cuestiones más pequeñas de la vida, lo cual dificulta la cotidianeidad y la relación con el resto del mundo.

La esencia nuestra nos ayuda a tomar todo tipo de decisiones relevantes para la vida: qué estudiar, con quién ir, qué actividades hacer, cómo usar nuestro dinero, etc. Si está "desactivada", ¿qué parte de nosotros está tomando las decisiones? Y, una vez tomadas, ¿qué implicaciones tienen en nuestro bienestar, en el placer de vivir, en el resultado de nuestras acciones? Por mi parte,  recuerdo la sensación de alegría intensa que tuve en aquella época al recuperar una parte de mi que parecía lejana. Cualquiera que trabaje esta cuestión, tendrá una experiencia original y única y podrá ver a qué me refiero. Si pruebas las clases, lo comprobarás.

Recuperar el contacto con lo que somos en esencia no es, en realidad, el objetivo inicial de la Técnica Alexander, pero ocurre por la naturaleza del trabajo. Siendo un proceso de introspección, de curiosidad de uno mismo, de búsqueda de por qué se ha llegado hasta ese lugar incómodo, cuando vamos encontrando mejores maneras de tratar con nosotros mismos, nos acercamos a nuestra naturaleza. La incidencia en la persona no es pequeña, la vida pasa a ser algo más interesante y saludable cuando es la esencia la que inicia nuestras reacciones. En un mundo tan lleno de estímulos, es fácil tener confusión con respecto a lo que queremos de la vida, lo que somos capaces de hacer y las necesidades o exigencias que tenemos.

El origen de esta desviación de dirección está relacionado con la preferencia que le damos al uso de la conciencia: objetivos, adaptarse a las demandas que otros fabrican, hacer las cosas "bien"; o en un tiempo concreto, con fechas y plazos. Por ejemplo, si tenemos que conseguir ciertos objetivos a una cierta edad, como aprender a sumar, y dado que cada persona tiene una inteligencia y sensibilidad diferente, será difícil que no se esté interfiriendo con la esencia de algunas personas. Todas estas reglas externas, y nuestra reacción a ellas,  nos van transformando.

Resolver esto es más fácil de lo que te imaginas. El elemento que aporta la solución está dentro y nos define; todos lo tenemos y lo ejercemos cada día, en cada pequeña o gran acción que emprendamos. Se trata de lo físico y tangible: el cuerpo. Pero, si el uso de la conciencia se dirige como he explicado más arriba, llega un momento en que nuestra capacidad de percibirnos se atrofia. El cuerpo, que es esencia un mecanismo que nos mantiene anclados a nosotros mismos, se convierte en un ente al que "ordenar" cosas. Se le ordena ponerse aquí, ir hacia allá, repetir una acción las veces que necesitemos, dormir, comer o beber en la pauta que nuestra mente decida. Resolvemos sus necesidades desde la mente: si nuestro conocimiento es el adecuado y no nos hemos alejado de nuestra esencia, las cosas irán en la buena dirección. Si no es así, aparecerán problemas a resolver.

A lo largo del proceso de "reeducación" que es la Técnica Alexander, soy testigo de cómo el camino se va aclarando, desentrañando. Acometemos primero los hábitos corporales más evidentes y perjudiciales para después ocuparnos de cualquier hábito que interfiera con el funcionamiento. Mis alumnos desarrollan sus capacidades sin pausa, les veo transformarse en la buena dirección en cada clase. Mejora la observación, la percepción, la toma de decisiones constructivas en los actos cotidianos. Aprenden a pensar, evaluar y buscar una solución a una situación dada, respetando el marco de su esencia.

No es algo consciente ni inmediato, la esencia no se nos pone delante como si fuese una hoja de periódico. Pero veremos que las consecuencias de nuestras decisiones nos llevan en la buena dirección porque las actividades se facilitan, los dolores corporales ceden y resulta más fácil disfrutar de quienes somos, de la vida.

Sentirse, percibirse, es una fuente de información que,  bien usada, nos permite reaccionar a los estímulos respetando por igual nuestro diseño y las necesidades del momento. Nuestra percepción funciona como un sistema de alarma: nos informa de lo que va mal, lo que es diferente o lo que no reconocemos. Cuando "suena", podemos entonces parar y observar, reflexionar, usar la mente consciente y ver si lo que está pasando es lo que queremos o necesitamos un cambio. Cuando funciona este sistema de alarma, nuestra esencia se está expresando y ayudándonos a funcionar mejor.

Si nuestra esencia se mantiene o, habiendo estado desactivada, recupera su prevalencia, estaremos en posición de resolver lo que vaya llegando, ya sea corporal, mental o en cualquier otro ámbito. Recuerda que no desaparece nunca; permanece dormida y dispuesta a prevalecer y, como el olivo, dar los mejores frutos.


La Técnica Alexander y el aprendizaje

17/1/2019

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Resumen  El proceso del aprendizaje requiere cambio, un cambio en el que el cuerpo puede ser un aliado o un impedimento. La Técnica Alexander es una herramienta que nos ayuda a estar en contacto con el cuerpo y sus necesidades. Nos muestra la posibilidad de disfrutar con responsabilidad y desarrollando la capacidad de elegir y adaptarnos a las exigencias que van apareciendo sin hacernos daño.

Palabras clave Uso, funcionamiento, estímulo, inhibición, sentir, aprender, constructivo, miedo, objetivo, medios, elección, cambio, deseos

Abstract Any learning process demands change, a sort of change where the body can react as a friend or an enemy.  The Alexander Technique is a tool that helps us to be in touch with the body and its needs. It shows us how we can enjoy responsibly and building up the ability to choose and adapt to new demands without hurting ourselves.

Keys words Use, functioning, stimuli, inhibition, feeling, learning process, constructive, fear, end, means, choice, change, wish

Introducción

La Técnica Alexander lleva el nombre de su creador,  Frederick Matthias Alexander (1869-1955). Alexander,  nacido en Tasmania (Australia) fue un actor que se encontró,  al principio de su carrera,  con un problema recurrente de afonía que amenazaba su proyecto de dedicarse a la recitación.  En vista de que los médicos y profesores de voz a los que recurrió no pudieron ayudarle decidió encontrar por sí mismo el origen de sus problemas de voz.

Haciendo esto se embarcó en un fascinante proceso de estudio de sí mismo en el que era a la vez el objeto a estudiar y el sujeto que lo estudiaba.  Aprendió a observar sus reacciones a los estímulos de la vida cotidiana,  sus deseos;  aprendió a discernir entre fines y medios y a decidir cuando unos u otros debían prevalecer.  Aprendió a usar su pensamiento de manera dirigida y consistente,  utilizando la conciencia y la intención para cambiar cosas en su cuerpo;  dio con la actividad opuesta a la excitación que hace que reaccionemos automáticamente a un estímulo: la inhibición.

Esta cualidad del uso de uno mismo es la piedra angular que da sentido a su Técnica.  No es tanto aprender a hacer bien las cosas como dejar de hacer lo que interfiere con los mecanismos naturales generando problemas.  La inhibición,  según la entiende Alexander,  es una actividad en la que el sistema nervioso está implicado en la actividad,  no hay un abandono sino una decisión diferente que favorece dejar de hacer lo que no es necesario y poner al sistema en un lugar en el que puede empezar de cero evitando los usos nocivos e ineficaces.

Una vez resueltos sus problemas,  gente de diversos ámbitos con dolencias varias empezaron a pedirle que les enseñara lo que él había aprendido.  Alexander se quedó muy sorprendido cuando constató que problemas aparentemente muy diferentes se podían resolver apelando a lo que él había descubierto en sí mismo.  Parecía haber un denominador común en los problemas que tenía la gente que buscaba su ayuda.  Este denominador es sin duda la forma en que el uso afecta al funcionamiento.  Si nos usamos respetando el diseño es muy probable que el sistema funcione bien;  cuando esto no ocurre el problema no llega de inmediato,  pero cuando llega y empezamos a buscar una solución,  es fácil ver la conexión entre uso y funcionamiento.  Lo complicado es encontrar una técnica que los conecte,  éste es el mérito de Alexander.

Un vehículo: el cuerpo

Su Técnica parte del cuerpo;  éste es el vehículo que usamos para ir cambiando lo que nos hace falta para funcionar mejor,  usamos la capacidad de sentir,  de observarnos, de decidir qué queremos para nosotros mismos en un determinado momento.  Pero esto no quiere decir que haya una separación entre cuerpo y mente.  De hecho,  Alexander se dio cuenta rápidamente de que la mente está integrada en el cuerpo y comprendió que la disociación no tiene sentido a la hora de estudiar la actividad humana.  Decía que el ser humano es un ser “psicofísico” en el que lo mental y lo físico no se pueden separar.

Cada cosa que hacemos tiene diferentes manifestaciones,  todas ellas necesarias para hacerla viable.  Si elegimos,  por ejemplo,  un acto como el de estudiar,  es fácil caer en la tentación de pensar que es una actividad puramente mental pero,  pensándolo mejor, podemos ver el impacto que tiene que nos duela la espalda o la cabeza o que estemos enamorados o que acabemos de tener una discusión desagradable.

Así,  para conseguir una máxima eficacia,  hay que considerar cómo estamos cuando nos ponemos a estudiar,  cómo nos planteamos la actividad desde el cuerpo.  Es conveniente también observarnos en la silla y ver cómo estamos sentados,  observar dónde está el ordenador o el libro en relación a los ojos,  si los pies están en el suelo o cruzamos habitualmente una pierna sobre la otra,  si esta pierna es siempre la misma o cambia.  Podemos observar también si usamos el respaldo de la silla para suplantar a la espalda,  o es un apoyo que nos ayuda a cubrir la demanda que se nos presenta.  Es interesante observar qué hacemos con los labios,  la mandíbula,  la lengua,  el entrecejo,  la cara es una fuente inagotable de tensiones residuales innecesarias y que gastan una energía que debería ir dirigida a otro lugar.

El aprendizaje, un proceso de construcción

En esta Técnica hay varias partes que se unen para buscar un resultado.  Por un lado está el factor humano,  el alumno y el profesor,  dos seres cambiantes que se tienen que adaptar cada día a las circunstancias vitales que se van encontrando;  por otro está la Técnica en sí.  Cada clase tiene un protagonista: el alumno.  Esto significa que es éste el que debe decidir si quiere ir a las clases y como aprovecharlas.  El profesor no puede enseñarle a su pesar,  la colaboración entre ambos es necesaria y en cada clase el trabajo en equipo es el que hace posible avanzar.  La voluntad del alumno de asistir a clases es lo que convierte el aprendizaje de esta técnica en un proceso fascinante y único.  Pero esto se podría aplicar a cualquier cosa que aprendamos,  a cualquier edad.

A menudo se oye a los estudiantes expresar sus quejas respecto al aprendizaje.  Estudiar no es una tarea fácil.  Requiere tiempo, disciplina,  sistemática,  inteligencia,  paciencia y muchas cualidades que hay que desarrollar.  Repito,  cualidades que hay que desarrollar,  ya que muchas de ellas,  aun siendo innatas,  requieren ser construidas e implementadas cada vez.  Y es por esto que no se puede tomar a la ligera,  hay que ser conscientes de que durante muchos años un estudiante medio no sabe cuál es su potencial,  ni cómo aprovecharlo.  El propio proceso de aprender hay que aprenderlo.  Una vez hecho esto,  cada cosa que se aprende tiene unas características propias que hay que considerar;  entre ellas,  las cualidades,  preferencias y contexto de cada persona.  Aprender una misma actividad puede ser totalmente diferente en un momento u otro de la vida de una persona y,  si no hace una labor reflexiva de las necesidades y circunstancias que tiene en ese momento,  es fácil que el aprendizaje se convierta en una cuestión de obligación;  el objetivo entonces se vuelve tan importante que se pasan por alto los medios para conseguirlo,  incrementándose así el desorden interno en una manifestación u otra.

La cuestión fundamental es el aprendizaje en sí mismo.  Cuando aprendemos pasamos de “no saber” a “saber”.  Algo que no estaba en nuestra experiencia vital o en nuestro intelecto pasa a formar parte de nuestro ser,  se convierte en algo que nos “pertenece” y que podemos usar en función de nuestras necesidades.

Para adquirir conocimiento,  ya sea intelectual o experiencial,  es necesario pasar por un camino por el que nunca hemos pasado y que nos puede resultar muy extraño e incluso asustarnos.  Es muy importante tener una actitud constructiva y consistente cuando aprendemos algo;  esto implica tomarse el error como una parte fundamental del aprendizaje,  un aspecto que hoy en día es poco aceptado.  La pretensión,  la fantasía que impera,  es que el aprendizaje será fácil y fluido,  que el conocimiento fluirá del profesor o del libro al alumno de forma espontánea y como por arte de magia; que los conceptos serán entendidos de inmediato y sin necesidad de reflexión ni práctica por parte del que aprende.  Cualquiera que haya aprendido algo a lo largo de la vida sabe por experiencia que esto no es cierto en absoluto;  y sin embargo lo que se observa es que la gente pretende tener el resultado de forma inmediata e inequívoca,  cuesta aceptar la equivocación y es raro que la gente se dé cuenta de que pretender ahorrarse los errores no hará más que impedir,  en última instancia,  que obtenga el conocimiento que estaba buscando.

Da igual lo que estemos aprendiendo;  puede ser una actividad intelectual o bien una aptitud física en la que la coordinación y la habilidad personal entren en juego.  En cualquier caso es aconsejable hacer un estudio de la actividad y de las circunstancias que nos rodean,  así como de nuestras aptitudes personales y nuestros deseos.  Antes de “ponerse a ello” hay que empezar por “parar”.  Se trata tan solo de darse tiempo,  un momento,  unas horas quizás.  Esta actitud básica hace que nos acerquemos a nosotros mismos y podamos vernos de otra forma;  podremos vislumbrar si de verdad queremos aprender esta nueva actividad o quizás nuestras razones para conformarnos a ella,  en caso de que no sea una elección totalmente libre.  Podremos sopesar lo que está a nuestro favor y lo que nos perjudica y también cómo podemos restringir nuestras limitaciones,  al tiempo que potenciamos las cualidades.  Cuando nos planteamos así un nuevo aprendizaje,  la actitud es básicamente constructiva;  no imperan los objetivos sino los medios que nos damos para conseguir lo que nos hemos propuesto aprender.  Todo el mundo puede recordar muchas experiencias de este tipo y es fácil recordar las sensaciones;  a menudo se siente miedo,  ansiedad,  preocupación,  inseguridad.

El miedo: un motor,  un obstáculo

La cuestión del miedo merece una mención especial ya que aunque es una emoción que esté en la esencia del ser humano,  una emoción que puede salvarle la vida en ciertas circunstancias,  puede generar bloqueos si aparece cuando no es necesario. Más aún, puede llegar a instalarse de tal forma en una persona que no es que tenga un miedo puntual sino que vive con miedo y enfrenta las diferentes situaciones de su vida con el miedo como lecho sobre el que el resto de sus reacciones se inician.

En estas circunstancias la libertad de elección se ve seriamente coartada y es muy difícil ser constructivo y disfrutar a la hora de aprender algo nuevo.  Cuando ocurre esto,  el proceso se complica ya que por un lado deseamos una cosa y por el otro la dificultamos.  Los objetivos se confunden con los medios,  no vemos la forma en que podemos conseguir lo que “debemos” conseguir y al mismo tiempo tampoco vemos el camino de negarnos,  de cambiar de opción personal.  Para conseguir el objetivo sin hacerse daño es preciso considerar la situación de forma objetiva e individual,  preguntarnos qué queremos y cuáles son las condiciones que nos acompañan,  así como los usos nocivos que hacemos de nuestros mecanismos.

La Técnica Alexander es una herramienta muy útil a la hora de manejar el miedo que nos bloquea cuando estamos aprendiendo algo.  Nos acerca a nosotros mismos y nos ayuda a decidir sobre nuestros objetivos.  Es un trabajo sobre uno mismo,  usando como base el cuerpo,  movimientos sencillos y la coordinación.

El miedo y todas las emociones humanas tienen una manifestación física que puede pasar desapercibida si nos centramos exclusivamente en el objetivo que nos hemos propuesto.  Cuando nos encontramos con alguna dificultad en el proceso de un aprendizaje suele haber un bloqueo,  un alejamiento del objetivo sin que haya acercamiento a nosotros mismos.  Esto impide desarrollar una actitud que favorece aprender en ese momento y deja una huella que lo impedirá en el futuro.  Todo se construye,  tanto las cualidades como las limitaciones;  y el cuerpo es el depositario de esta construcción.  En un momento dado es el que nos avisa de que algo va mal y que tenemos que prestar atención a lo que estamos haciendo con nosotros mismos.

¿Qué puedo hacer por mí?

La Técnica Alexander nos ayuda en primer lugar a sentir el cuerpo,  de forma que podemos identificar los hábitos que nos están impidiendo aprender.  Esto requiere cierto tiempo y la voluntad de acercarse a uno mismo para que la base de la comunicación con uno mismo esté ajustada.  Una vez identificados los hábitos propone un método concreto y sistemático para impedir que el hábito aparezca una sola vez.

De esta forma los alumnos comienzan una relación consigo mismos que a menudo resulta sorprendente;  consiguen entender algunas de sus dificultades y también las motivaciones que tienen cuando emprenden una nueva actividad.  Es un proceso nuevo y fascinante en el que constatan la relación intrínseca entre el cuerpo y la mente en todas sus manifestaciones.

Al final,  este proceso tiene mucho que ver con los deseos que tenemos.  Cuando pregunto a la gente qué quiere suele responder “estar bien”,  “que mi familia esté bien”  “ser feliz”,  etc.  Por supuesto.  Pero estos deseos son demasiado amplios y complejos y apenas dependen de nosotros.  La pregunta que hago es “¿qué quiero para mí ahora?”  Ahora,  en este momento.  Para mí,  de mí,  de mis piernas,  de mi espalda,  de mis labios o mi garganta.

Este trabajo propone respuestas a estas preguntas, unas respuestas que conjugan los deseos con el diseño.  En todo el proceso el alumno va a aprendiendo y experimentando el poder que tiene sobre su propia vida.  Más allá  de los “tengo que” existe la posibilidad de aclarar cuales son los deseos propios.  Esto no se consigue,  por supuesto,  rápidamente ni enfocando el trabajo de forma superficial pero ciertamente es una de las posibilidades que tiene el ser humano,  una posibilidad que le pertenece y a la que tiene pleno derecho independientemente de lo que los demás o la sociedad espere de cada uno.

Esta actitud no ignora la necesidad de respetar las reglas sociales;  muy al contrario. Simplemente pone a nuestra disposición una apertura mental que nos dará acceso a un amplio abanico de opciones a la hora de reaccionar a un estímulo.  Tendrá además un impacto positivo en el disfrute de la vida ya que el proceso de la vida es un camino constante de aprendizaje y cambio;  si podemos hacerlo disfrutando del aprendizaje la sensación será muy diferente.  A esto puede ayudar el trabajo de Técnica Alexander.

©Marta Barón
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¿Me puedo librar del dolor?

6/5/2016

 
Hace unas semanas tuve una conversación con una alumna mía. Edad media, trabajo sedentario, venía por dolor cervical y lumbar. Sus primeras preguntas ya me llamaron la atención: ¿por qué me duele todo? ¿qué es el dolor?
 
Reproduzco la conversación que tuvimos al respecto del dolor:
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¿Qué es el dolor?
El dolor es una forma de comunicar que tiene el cuerpo. A veces estamos tan enfrascados en los objetivos de cada día que perdemos el contacto con el cuerpo. Entonces nos manda algún mensaje para que paremos y veamos si todo está bien. Cuando no lo hacemos, llega un punto que nos grita para ver si nos enteramos. Esto lleva al dolor. Y nos hace reaccionar.

¿Pero que haya dolor significa que hay algún problema?
No necesariamente. Cuando nos duele tenemos que mirar un poco si dura o se quita. Si dura no es una mala idea ir al médico para descartar posibles patologías. Tengo muchos alumnos que tienen dolor pero no hay ningún diagnóstico. Es entonces cuando cabe pensar que el problema es el uso que hacen de sus cuerpos.

Pero ¿a qué te refieres cuando hablas del uso? No llego a entenderlo
El uso tiene que ver con la conciencia de nosotras mismas cuando nos movemos. ¿Sabes qué hacen tus brazos cuando coges a tu niño en brazos?¿O cuando estás al ordenador? Lo cierto es que puedes decidir cómo colocarte, moverte o reaccionar. La herramienta para esto es la conciencia corporal y de ti misma; en la Técnica Alexander lo llamamos “uso”. El uso es una cualidad que implica la voluntad y la conciencia. Los niños tienen buena coordinación, pero no tienen conciencia de ello. Los adultos, si aprenden pueden mantener su buena coordinación y por lo tanto estaríamos hablando de buen uso.

Pero yo conozco gente que tiene “mal uso”  y no les duele
Bueno, es que el dolor es algo muy personal. A veces gente con buen uso aparente tiene mucho dolor y con la Técnica mejoran mucho. Otras veces hay gente con un uso pésimo de sus cuerpos pero no les duele. Simplemente su debilidad no está en el músculo esquelético. Sin embargo, la tendencia en nuestra sociedad es bastante consistente: mal uso del cuerpo suele ir acompañado de problemas del músculo. Cuando mejora, los problemas disminuyen.

Entonces si doy clases, ¿se me quitará el dolor?
Lo más probable es que te ayude mucho pero tenemos que empezar a trabajar y ver qué cosas puedes cambiar en tu día a día para favorecer un mejor funcionamiento de los músculos que se aleje de los patrones de movimiento y soporte que dan lugar al dolor.

Pero hay días que no me duele, o bien me duele sin que haya pasado nada, muchas veces no puedo prever si me va a doler o cuanto. ¿Qué puedo hacer?
Lo mejor es acostumbrarte a observarte. Cuando notes que empieza a doler deja un momento la actividad que estás haciendo (si es posible) y quédate quieta. Observa tu cuerpo, mira a ver si puedes sentir algo. Puedes hacerlo de pie y observar el contacto de los pies con el suelo. Recuerda también la distancia entre los pies y la cabeza. También, si puedes echarte en el suelo, hazlo (aquí puedes leer cómo echarte correctamente en el suelo). Te puedes preguntar qué ha pasado que haya podido disparar el dolor. Puede que al principio no encuentres nada que lo justifique, pero con el tiempo aprenderás a reconocer lo que te ha sacado del equilibrio.

Entonces, ¿yo soy la responsable del dolor?
Bueno, tu tienes la llave de la forma en que reaccionas a los estímulos que se te van presentando. Por lo tanto, en cierta forma sí. Pero lo importante es que tú tienes la capacidad de arreglar esta situación;  la solución depende de una serie de capacidades que tiene todo ser humano: percibirse, observarse, parar, etc. Con la Técnica Alexander aprenderás a ponerlas a funcionar.

Y ¿hay algún estudio que avale la utilidad de esta técnica con el dolor?
En el Reino Unido se han hecho algunos estudios valiosos. Se hizo uno sobre la utilidad de la Técnica Alexander a la hora de tratar el dolor de espalda. Otro con el dolor de cuello. Precisamente en mi web hay algunos estudios en los que se habla de esto.

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