TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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La salud del tono muscular

17/10/2019

 
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A la Técnica Alexander llegan muchas personas con problemas variados que revelan que su tono muscular no está funcionando de manera óptima. Los dos elementos que determinan como evoluciona tu tono muscular son las etapas de la vida y las actividades que haces. 
 
En lo que se refiere a las etapas, si observas a un bebé, verás que su tono muscular es muy bajo, está adaptado a sus capacidades y demandas. Sin embargo, es capaz de dormir en posiciones imposibles y es muy flexible, no tiene ninguna rigidez. Para cuando puede empezar a ponerse de pie, su cuerpo ha hecho mucho trabajo de construcción, coordinación y soporte. Es entonces cuando puedes comprobar que es  “musculoso”.
 
A los seis años el tono muscular de un niño o una niña es muy alto: las piernas, los brazos, la tripa o las nalgas están fuertes; sus músculos son como cuerdas tirantes que mantienen un puente que no cede ni un milímetro de su longitud. Sus ocupaciones son sencillas: correr, saltar, jugar, aprender. A medida que van aumentando de tamaño y peso, la cosa se va complicando.
 
Entre los seis u ocho años y los dieciséis la situación se transforma en profundidad. En la adolescencia tienen que lidiar con un cuerpo que se les desborda por todas partes. En este punto ya tienen sus hábitos bien colocados. Han desarrollado hábitos de "comodidad",  su tono muscular mantiene una cierta salud, pero los malos hábitos ya llevan tiempo  asediando “el castillo” del buen funcionamiento. Y, lo peor, esto sucede de manera inconsciente, no tienen ni idea de lo que está pasando, sólo saben que mantener una postura erguida en clase o en casa les cuesta un mundo. Al principio es una cuestión menor que no da síntomas, suelen llegar más tarde.
 
Es conveniente observar cuanto tiempo pasan sobre una silla. Estar en la silla haciendo cosas divertidas o aburridas genera que la musculatura tenga unas necesidades para las que no está diseñada. Es entonces cuando aparece la palabra “postura” y la idea de buena o mala. No hay forma de estar mucho tiempo en la silla sin que la musculatura que se ocupa de esta actividad se “canse”. Entonces, se relaja demasiado y tiende a desactivarse gradualmente. Pero ¡sigue siendo necesaria! Aparece lo que yo llamo “la banana”: esa forma que puede adoptar la espalda cuando se recuesta sobre el respaldo de la silla, desmoronándose.  
 
En la etapa adulta, cuando las exigencias de la vida se multiplican en frentes muy variados, llegamos a considerar, por fin, la cuestión del tono muscular. Como adulto y por unas razones u otras, puedes llegar a la conclusión de que te falta fuerza: en la espalda, en los abdominales, en las piernas. Conectas la necesidad de mayor salud con un tono muscular más elevado. Aquí es donde las actividades que elijas, toman relevancia.
 
Te planteas hacer deporte: ir al gimnasio, bailar, correr, nadar, etc. Empiezas a construir ese tono muscular que sirve al propósito de la actividad que has elegido. Más brazos, más abdominales, más piernas. Pero esto ¿afecta positivamente a tus necesidades básicas? Andar, sostenerse, estar de pie, moverse. Sí, te sientes más fuerte, pero ¿te sostienes mejor? ¿El movimiento es fluido, libre y conectado? ¿Tienes más o menos rigidez al final del día, o después de dormir?
 
A menudo observo a la gente correr. A muchos se les ve fuertes, musculosos y corriendo a una velocidad que demuestra que su tono muscular es elevado. Pero también hay un desequilibrio manifiesto: los brazos y piernas fallan en su coordinación, falta libertad; la cabeza cuelga o está rígida sobre los hombros; a veces va hacia atrás, lo cual demanda un esfuerzo constante (inconsciente) para no caerse; la dirección general tiende hacia abajo. También veo gente con brazos de gimnasio sentados en sus sillas, “bananeando”. Su tono muscular es elevado; pero les cuesta sostenerse, prefieren estar sentados a estar de pie. El tono muscular que se construye a base de repeticiones, trabajando grupos musculares o buscando un objetivo concreto, no hace honor al funcionamiento óptimo del cuerpo, cuya naturaleza es operar como un todo.
 
Para cubrir la necesidad de sostenerte, el tono muscular requerido es elevado. Es decir, que si mantienes una posición erguida mientras estás de pie o en la silla haciendo actividades, eso ya te ayuda a construirte. Pero recuerda que no hace falta hacer ningún esfuerzo, si tienes que hacerlo es que hay algunas cosas que ya están desorganizadas. Observa como cualquier niña hace esto con extrema facilidad. Sin embargo, la afirmación opuesta no tiene por qué ser cierta: un tono muscular elevado no significa que seas capaz de mantener tu soporte en buenas condiciones de funcionamiento.
 
Tomemos un ejemplo típico: centrarnos en fortalecer la musculatura abdominal. Esto ofrece un resultado parcial; sí, los abdominales son más fuertes. Pero no beneficia al mantenimiento del todo sino que produce un desequilibrio. Algunos músculos están demasiado fuertes, les sobra tono muscular. Y además tirarán en exceso de otros que, para compensar, no podrán hacer su trabajo.
 
Observa qué acciones requieren tus obligaciones (estar de pie, hablar, estar sentados, etc.) y las actividades que eliges cuando termina. Recuerda que lo que practiques, se te dará bien. Muscularmente significa que si repites muchas veces una acción, tu tono muscular se adaptará a esa necesidad que le marcas y se configurará para satisfacerla en “cualquier” momento.
 
Ahora mismo hay una clara tendencia a hacer actividades de silla: el colegio, las pantallas, el trabajo y mucho del ocio que se practica. El tono muscular que necesitas para estar en la silla, se reduce a ser capaz de sostenerte. Si te desmoronas sobre el respaldo de la silla, tu tono muscular se está desordenando, unos músculos hacen demasiado trabajo (en general, las piernas) mientras otros están siendo suplantados y llegan a ser incapaces de hacer su tarea natural (la espalda).  
 
Aparte de la habilidad innata de sostenerte, como ser humano también puedes hacer muchas otras cosas: correr una maratón, tocar un piano, hablar, hablar varios idiomas, leer, conducir, etc. Pero para ello tienes que pasar por un proceso de aprendizaje  que va a transformar tu tono muscular. Este se adaptará para cumplir con las exigencias que le presentas.
 
La salud de esta transformación dependerá tu uso habitual. Es decir, de los hábitos que has desarrollado desde la infancia y que parecen formar parte de ti. Pero estos hábitos los pueden cambiar. La Técnica Alexander nos enseña precisamente esto: a reconocer, identificar y transformar nuestros hábitos para mejorar nuestro funcionamiento, también el de la musculatura. Cuando la gente da clases, tiene la oportunidad de reconocer poco a poco los hábitos que están interfiriendo con la musculatura. Cuando los hábitos se debilitan, la musculatura tiene la oportunidad de hacer mejor su trabajo: músculos que estaban tensos sin necesidad, se van soltando mientras que otros que no hacían su trabajo, empiezan a hacerlo. Esto tiene un efecto en el tono muscular de la totalidad, ajustándolo para hacer su labor gastando menos energía al tiempo que es más eficaz.
 
 
 

La práctica del semisupino

17/1/2019

 
Semisupino es un procedimiento muy sencillo que te ofrece la Técnica Alexander para trabajar en casa, en el trabajo o en cualquier sitio y momento. Es una forma  eficaz de conseguir respuestas.

Este es el procedimiento:

1. Te echas en el suelo o en una superficie dura. Esta te proporciona un entorno en el que puedes sentir lo que está pasando. No lo hagas en la cama o en el sofá ya que éstos no te dan el estímulo adecuado para recibir información de tu cuerpo

2. Apoya la cabeza en una superficie dura; unos libros o una guía de teléfono son adecuados. No uses almohadas o cojines, ya que no son el estímulo adecuado

3. Dobla las rodillas y se mantenlas separadas a la distancia de las caderas más o menos

4. Reposa las manos sobre la tripa o la caja torácica

5. El tiempo es variable aunque suelo recomendar entre 10 y 15 minutos. No obstante, puedes adaptarlo a tus necesidades. A veces no podrás estar más de un minuto y otras en cambio permanecerás  media hora o más. Dependerá del contexto y de tus necesidades.

La posición es de esta forma:
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Cuando estés en esta posición mantén tu mente abierta. No estás buscando nada en concreto sino que estás facilitando que fluya la información entre tu cuerpo y tu mente. En teoría esto ocurre continuamente, pero en la práctica es fácil tener alguna idea preconcebida de lo que ocurre en tu cuerpo cuando notas dolor. Esta forma de sentir (el dolor) es bastante extrema y no te proporciona ninguna información útil para resolver la situación. Irás recibiendo información de cómo estás: dónde te sobra tensión, dónde te falta, si hay zonas rígidas. También te ayudará a conectarte con la respiración, un punto de referencia interesante para saber en qué estado te encuentras.

Semisupino no es un procedimiento de relajación, se hace con los ojos abiertos. Si acabas cayendo en el sueño, esto es un indicativo de que te faltan horas de sueño. Este trabajo saca lo que hay; puede que notes tensiones físicas o mentales, que estés respirando superficialmente o que te duela la cabeza. Eso dependerá del día y del momento vital. No obstante, si lo haces, por ejemplo,  después de un par de horas de estudio, verás como la musculatura recupera su flexibilidad.

Este trabajo te ayudará a volver a “neutro”, es decir,  a una disponibilidad muscular que te permitirá adaptarte a la necesidad que se te presenta. Cada acción que llevas a cabo implica a tu sistema neuromuscular. Seas consciente o no, este sistema se pone en funcionamiento con la más pequeña de las acciones. A veces,  una vez terminada la acción la actividad neuromuscular permanece y cuando respondes a un nuevo estímulo lo haces con una tensión inadecuada para ese momento.

La posición de semisupino te permite recuperar un cierto contacto con tu persona que te permitirá soltar las tensiones que no te hacen falta; y prepararte por tanto para la nueva necesidad.

Aconsejo a todos mis alumnos que se echen en el suelo todos los días. En mi experiencia (tanto personal como profesional) los resultados son enormemente valiosos para todos los que practican. Disfrútalo.

©Marta Barón

Pensamiento automático, pensamiento consciente

28/6/2018

 
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En la Técnica Alexander nos interesan tus pensamientos. Importa el tipo de pensamientos que tienes, pero mucho más que tengan una cualidad de conciencia.

El acto de pensar depende de un órgano “automático”: el cerebro. Por eso tus pensamientos ocurren de forma espontánea e involuntaria; si no le prestas atención a este aspecto, será dificil que lleguen a ser conscientes y mucho menos constructivos.

Mi impresión es que, en vez de tener conciencia de qué es lo que estamos pensando, son los pensamientos los que nos “hacen”. Tienden a ser repetitivos y tenemos poco control sobre ellos. Pocas veces implementamos el pensamiento consciente. Y sin embargo, como ser humano, tienes esa posibilidad. De hecho, lo pones en juego para tomar decisiones sobre cuestiones estratégicas de tu vida. Pero podrías convertirlo en una herramienta para mejorar tu vida, resolver situaciones y disfrutar de cualquier actividad.

En la Técnica Alexander vas a aprender a usar tu capacidad de tener un pensamiento consciente y constructivo. Por un lado aprendes una serie de órdenes que tienen que ver única y exclusivamente con tu cuerpo, el movimiento y la forma en que reaccionas a los estímulos que se te van presentando en el día a día. Por otro lado, a medida que los vas trabajando, van tomando entidad en el sistema psicofísico que eres, hasta convertirse en verdaderas herramientas para el buen vivir.

Al principio del proceso de aprendizaje, haremos hincapié en tu capacidad de sentir. Si esta cualidad intrínseca no está “despierta”, los pensamientos no van a actuar igual. Sería un mero aprendizaje intelectual sin vínculo con la experiencia vital. Necesitamos que el canal entre el sentir y el uso de tus pensamientos esté abierto y activado. De esta forma la conexión entre tu cerebro y tus músculos, será de la mejor calidad y dará buenos resultados.

Usamos una serie de pensamientos “probados” a lo largo de muchas generaciones de profesores. Los llamamos órdenes o direcciones. Estas órdenes las vas aprendiendo a medida que tienes la experiencia suficiente para empezar a implementarlas en tu vida. Te van ayudar con el funcionamiento de tu cuerpo y también a reaccionar adecuadamente a los estímulos que van llegando a tu vida.

Soy consciente de que todo lo que he escrito solo tendrá un poco de sentido para aquellos que ya han dado clases. Por eso,  si te interesa el trabajo pero no has dado el paso de buscar un profesor, te quiero recordar que tengo diversas posibilidades para iniciarte en el trabajo. Si aún así no vas a aprovecharlas, te propongo un juego. Ahí va:

Mientras estás haciendo cualquier cosa: en la playa, esperando en una cola, delante de tu ordenador o conduciendo. Observa tus pensamientos. Toma conciencia de lo que está atravesando tu mente. ¿Te habías dado cuenta? Toma un tema que te concierne y decide encontrarle una solución consciente y constructiva. Haz esto un par de  veces hoy y observa si puedes mantenerte en el tipo de pensamiento que has elegido.

Después empieza a conectar. Escoge un hábito corporal que te gustaría cambiar (por ejemplo, subir los hombros, tensar el entrecejo o apretar los labios). Toma la decisión de dejar de hacer eso y mira a ver si tiene algún sentido. Sin prisa, pero sin ceder al desánimo juega este juego durante dos o tres días y observa los resultados.

Recuerda, quieres conectar tu cuerpo con tus pensamientos. Porque puedes hacerlo y esto te ayuda a vivir mejor.
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