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¿Eres un ser humano? Vas hacia arriba

8/1/2019

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¿Alguna vez te has preguntado si tienes una dirección definida en el espacio? Es una de esas preguntas raras que hacemos en las clases de Técnica Alexander.

El hecho es que SI, todos los seres humanos tenemos una dirección concreta en el espacio. De hecho, compartimos esta dirección con los demás seres vivos del planeta. Ya sean plantas (que no se mueven de un lado para otro), animales acuáticos, aéreos o de tierra; ya sean animales de cuatro, ocho o dos patas, todos los seres vivos tenemos la misma dirección: hacia arriba.

Igualmente, cuando cualquiera de estos seres vivos dejan de estarlo, su dirección viene determinada por la fuerza de la gravedad: hacia abajo. Los objetos inertes, sin embargo, siempre van hacia abajo; son incapaces de crecer o moverse. Piensa en una silla, una piedra, o el agua del mar. No se mueven solos, solo si interviene una fuerza externa. Y en cuanto esta cesa, vuelven a ceder al dictado de la gravedad: hacia abajo.

Enseño a mis alumnos a pensar en la cuestión de su dirección general. Al principio es difícil de entender pero si lo piensas un momento, resulta lógico. ¿Cómo, si no, íbamos a oponernos a la constante fuerza que tira de nosotros hacia el centro de la tierra, la gravedad? Y aquí es donde está la cuestión: que la gravedad es una constante. Siempre actúa con la misma fuerza; estemos en buena forma física, enferm@s, estresad@s, desanimad@s o enfadad@s, el estímulo de la gravedad es el mismo. Cabe preguntarse cómo reaccionamos a ella cuando no estamos en un estado “óptimo”. Pues mal, el resultado es que nos vamos hacia abajo. Y esto no ayuda a recuperar el estado óptimo de funcionamiento, todo lo contrario.

Aparte de los estados de ánimo o de las enfermedades, está la cuestión de cómo nos usamos a nosotr@s mism@s en el día a día, es decir, qué hábitos tenemos. Me refiero al movimiento consciente: alargar los brazos para teclear o coger el volante, un libro, el tenedor; dar un paso, usar la voz, estar de pie en una cola, sentarnos en una silla o un sofá, dar una patada a una pelota, etc. 

A menudo, hacemos todas estas acciones tirando hacia abajo. Por supuesto, no somos conscientes de ello porque son hábitos que se han instalado en nuestro sistema muy poco a poco, desde la infancia. Para cuando nos llega “el problema” ya estamos muy lejos de poder identificar esta situación. Si tenemos suerte, alguien podrá ayudarnos. En caso contrario, hay que considerar qué está un@ haciendo consigo mism@, cómo nos estamos usando.

Saber que nuestra dirección natural es hacia arriba es esencial. Esto no es algo que se inventó FM Alexander, tan solo descubrió y nombró algo que ya estaba allí. De hecho, ir hacia arriba es bello y lo buscan l@s modelos o l@s bailarin@s; pero también lo vemos en l@s atletas que trabajan bien. No solo es bello sino que favorece un funcionamiento óptimo a la hora de llevar a cabo una actividad exigente.  Aunque, muchas veces tengo la impresión de que algunos colectivos lo que hacen es “recrear” la dirección hacia arriba porque intuitivamente saben que esa es la manera. Pero no lo tienen claro en su disciplina y entonces en vez de dejar que ocurra, “hacen” la dirección y en vez de tirar hacia abajo, tiran hacia arriba. Seguro que ya sabéis que no es esto lo que pretendemos. No, la dirección hacia arriba nos pertenece por derecho propio, tan solo tenemos que estar vivos y en buen estado (no enfermos) y la dirección ocurre sola. En ese sentido, es lo mismo que abrir los ojos y ver o simplemente oír lo que ocurre alrededor: ocurre solo.

Cuando no estamos enfermos pero no estamos yendo hacia arriba ¿por qué es? Porque estamos interfiriendo psicocorporalmente con esta dirección. En la Técnica Alexander nos dedicamos a enseñar a identificar estas interferencias. Una vez que la persona ve que está interfiriendo en un aspecto u otro estamos avanzando.

Te propongo una pequeña prueba. Para y obsérvate. Pregúntate si estás yendo hacia arriba ¿sí? ¿no? ¿no lo sé? Si no lo sabes, ya sabes algo sobre ti. Si tienes la sensación de que no estás yendo hacia arriba, ¿es que estás yendo hacia abajo? Esto es relativamente fácil de percibir. Si percibes que estás yendo hacia abajo surge la siguiente pregunta ¿qué parte de mi cuerpo me está llevando hacia abajo? ¿son los brazos? ¿la mandíbula? ¿las lumbares?

Por último, si sientes que estás yendo hacia arriba, pregúntate ¿lo estoy “haciendo” o está ocurriendo solo? Si, por el contrario, no sientes que estás yendo hacia abajo, aunque tampoco sientas que estás yendo hacia arriba, lo más probable es que así sea. Si no estás yendo hacia abajo, es que estás yendo hacia arriba. Es sutil, lo sé. Investiga, busca el fallo de este pequeño juego. Y cuéntamelo si quieres en un comentario al post, te responderé seguro.
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La dirección de la cabeza

24/10/2016

 
En el vídeo de este mes, podéis ver el movimiento de la cabeza de un caballo, podéis observar en qué dirección va.

Tal y como leísteis en el boletín del mes pasado, la cabeza es una parte única de nuestra anatomía.  Pero es que además tiene una dirección propia, y ésta determina la dirección general del cuerpo.  Puede favorecer la estabilidad… o entorpecerla; ayudar al movimiento… o lo contrario. Y esto depende directamente de la dirección de la cabeza, de si estamos interfiriendo con ella o no.  

En el cuerpo muchas partes tienen una dirección natural. La de la cabeza es hacia delante y hacia arriba. Es antigravitatoria! Y nosotros también lo somos, ya que la dirección básica de todo ser vivo es hacia arriba, en la misma línea de acción de la gravedad pero en sentido opuesto.

Tenemos que saber desde donde “se mueve” la cabeza. Es desde la articulación atlanto-occipital.  Este nombre indica el lugar en el que el hueso occipital, parte del cráneo, se encuentra con la primera vértebra cervical, el atlas. Esta articulación tiene forma de mecedora y el único movimiento posible entre ambos huesos es de balanceo; el rango de balanceo es entre 20 y 30 grados. El resto del movimiento que podemos hacer con la cabeza, tanto hacia delante como hacia atrás, corresponde a la movilización de otras vértebras. Si quieres saber dónde está no tienes más que meterte los dedos en los oídos y mover un poco la cabeza como diciendo “sí”. El movimiento que percibes tiene lugar en la articulación atlanto-occipital.
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¿Qué significa exactamente esa dirección? Si sabéis lo que es un vector, es como sumar dos vectores. A es la dirección hacia arriba y B hacia delante. La suma, es lo que da la dirección de la cabeza, desde la articulación.
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Todas las direcciones que ideó Alexander tienen una naturaleza preventiva, por lo que no es tan importante que la cabeza vaya en esta dirección como que no lo haga en la dirección opuesta: hacia atrás y hacia abajo. Esta dirección evita que la cabeza se vaya hacia atrás y hacia abajo. Esto es relevante:  por encima de todo queremos que la cabeza no vaya hacia atrás y hacia abajo. 

Digo esto porque realmente es muy difícil saber si nuestra cabeza está yendo en la dirección deseada, pero es fácil saber si está yendo hacia atrás y hacia abajo. Si nos lo preguntamos y tenemos la sensación de que no está yendo en esa dirección no deseada, cabe pensar que estará yendo hacia delante y hacia arriba. 

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Que la cabeza vaya hacia delante y hacia arriba no es un objetivo, sino un medio. Indica que las cosas van bien, indica que no hay interferencia a que la dirección general del cuerpo sea hacia arriba. Y me gusta aclarar que no es un objetivo porque si lo convertimos en uno, entonces haremos todo lo posible para conseguirlo y estaremos “haciendo” algo que definitivamente no es necesario hacer, ya que la naturaleza ha previsto la dirección de la cabeza. Tanto en los animales de cuatro patas como en los seres humanos la cabeza constituye un estímulo para que la columna vertebral se alargue. Y cuando esto ocurre el movimiento ocurre de forma óptima, favoreciendo el alargamiento general del cuerpo sin restarle eficacia a las contracciones musculares necesarias en ese momento.

Lo que queremos saber es si cuando hacemos algo, por ejemplo conducir, estamos echando la cabeza hacia atrás (y por lo tanto, acortando la columna y, en definitiva, nuestra estatura). A menudo lo hacemos así. La cuestión es encontrar la forma de conducir (o hablar, andar, comer, reírnos, correr, montar en bici, etc.) sin que esa interferencia ocurra de forma automática. Y esto, es lo que nos enseña la Técnica Alexander.

Si pienso en mis alumnos, los que me habéis oído hablar de esta dirección muchas veces, os diría: “ya sabes que si estás sintiendo que está ocurriendo, casi seguro estás en el hábito, así que, recuerda que tu apreciación sensorial no es de fiar y trabaja tan solo en el deseo de que la cabeza vaya hacia delante y hacia arriba”.

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Si pienso en los que recibís este boletín, pero nunca habéis dado clases, os diría: “observa a un niño de unos dos años, cuando mira hacia abajo para mirar su juguete, el móvil que le han dado, la comida, lo que sea, su cabeza no se va hacia abajo, ¿lo ves?” Pivota a la altura de los oídos pero sin colapsar. Lo mismo pasa si vas a un parque y miras a los niños jugar, sus cabezas siempre están bien erguidas, favoreciendo que sus espaldas no se colapsen hacia abajo.

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