TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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Preparados, listos… aprendiendo

21/11/2017

 
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Llevo bastantes años enseñando y constantemente me pregunto cuál es la mejor forma de enseñar a un nuevo alumno. Veo que todos quieren saber lo que “es” la Técnica Alexander, pero pocos preguntan cuál es la forma de aprender Técnica Alexander. Mi experiencia me ha demostrado que la actitud del alumno determinará las reacciones que va a tener cuando el proceso de aprendizaje vaya avanzando. 
 
Cuando la gente llega a las clases tiene un montón de dificultades que no entiende de dónde vienen y menos aún cuál puede ser la solución o cómo acometerla. En primer lugar enseño a los alumnos de qué va la cosa: es un trabajo de aprendizaje y de colaboración. Trabajamos juntos: la persona, la Técnica y yo. Yo me ocupo de las tres cosas pero los alumnos tienen su labor; y ésta, es lo más importante de la clase.
 
Pido a los alumnos paciencia consigo mismos. Vamos a buscar qué pasa y nos va a llevar un tiempo. Una vez que uno ha decidido dar clases hay que estar tranquilo, darse tiempo y  “saber” que la solución la tiene uno dentro. Queremos descubrir qué hábitos se han hecho fuertes en el sistema y perseguimos vencerlos una sola vez. Una vez que el alumno ha tenido la experiencia clara de lo que ha pasado, ya sabe que es posible y solo tiene que trabajar para poder usarlo cuando lo desee o lo necesite.

Se aprende mejor si no tenemos la exigencia de “entender”

Cuando un alumno quiere entender sé que enseñarle me va a costar más tiempo y trabajo. ¿Por qué? ¿Acaso el deseo de entender no nos ha llevado tantas veces a resolver cuestiones de la vida y a mejorarla? Por supuesto. Si uno tiene que arreglar sus finanzas, entender ciertas cosas es esencial. Pero si lo que quiere es trabajar consigo mismo, debe recordar que no es solo una cuestión intelectual, va mucho más allá. El ser humano es mucho más complejo que su intelecto; tiene la capacidad de entender con el cuerpo, con un sonido, una mirada o un apretón de manos. Y no es intelectual. El trabajo de las manos en el que se basa la Técnica Alexander da lugar a que ocurran cosas a nivel corporal que la mente no acierta a explicar. Si uno se permite a sí mismo distraerse con el afán de “entender”, se desvía de lo que le está pasando al cuerpo y pierde una parte esencial de la experiencia. El alumno puede dejarse llevar por su hábito de considerar que entender es lo que le llevará al resultado; o puede negarse a ceder a esa reacción habitual y tomar la decisión de observarse, sentirse, percibirse y darse un “momento de presente”. Con el tiempo verá que están pasando cosas por otro canal que el intelectual. Esto enriquecerá su experiencia de sí mismo y le ayudará a relacionarse consigo mismo sabiendo que mente y cuerpo no son entidades separadas.
 
Lo que acabo de explicar no impide que la mejor actitud hacia el trabajo sea una mirada inquisitiva y “preguntante” hacia uno mismo.  Sé  curioso, inconformista, duda de lo que dice el profesor (sin querer descartarlo porque sí). Investiga sabiendo que tanto el investigador como el objeto investigado… eres tú. Los cambios que se producen con el trabajo de las manos y las indicaciones que hace el profesor ayudan a resolver las dudas que van apareciendo.
 
Es importante la actitud ante las sensaciones que irán apareciendo: no juzgar. No centrarse en si está “bien o mal” lo que pasa, si lo está haciendo “correctamente” o no. Salir de esto no es fácil, nuestra experiencia en el ámbito del aprendizaje está fundamentada en que “hacerlo bien” es deseable, un objetivo. Y lo contrario, el coco.
 
Desde el principio explico a mis alumnos la pequeña dificultad perceptiva que tenemos los seres humanos. Nuestros sentidos son limitados, dan solo una parte de la información; y a veces ni siquiera, como en el caso de la información cinestésica. Y además, la información recabada es también moldeada por nuestras ideas. No sabemos muy bien qué estamos haciendo con nosotros mismos (da igual el momento o acción que elijamos). Esto hace que el “instrumento” que podría medir si estamos haciendo las cosas “mal” o “bien”, no es de fiar.
 
Luego está la cuestión de lo “desconocido”. Intelectualmente, nadie parece tener demasiados problemas con adentrarse en un terreno desconocido. Corporalmente, sin embargo, nadie lo toma con facilidad. Y la Técnica Alexander nos meterá en un terreno desconocido; si no es así, no vamos por buen camino. Ante el posible miedo que puede surgir a esta idea la respuesta es bien sencilla: tranquil@, vamos despacio. Y ¡menos mal! Si en una sola clase consiguiésemos el resultado final, ¡el shock sería tremendo! Hacemos clase a clase buscando el cambio y éste se va acomodando en función de las posibilidades del alumno. En mi experiencia, los resultados suelen ser los deseados.
 
Resumiendo, si vas a aprender Técnica Alexander sé crítico con el trabajo, el profesor y, sobre todo, contigo mismo. Hazte preguntas sobre tus hábitos. Prepárate para entrar en terreno desconocido y ¡observa! No te fíes de tus sensaciones y todavía menos de tus pensamientos. Recuerda que es un trabajo psicocorporal, no vas a poder entenderlo sólo con la mente. Y nunca pases por alto que necesitarás un tiempo para asimilarlo. ¡Disfruta el viaje!

El tiempo de aprendizaje

9/1/2017

 
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Cuando uno se acerca a la Técnica Alexander es normal querer saber cuánto tiempo se necesita para aprender y dominar esta Técnica. Deseamos que el alumno se lleve tanta parte del trabajo como sea posible para ser independiente y que pueda trabajar solo en su vida cotidiana. Esta es la idea.

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Lo que tenemos que saber para dar una respuesta adecuada es qué busca el alumno. Recuerdo que cuando empecé a dar clases, muy pronto supe lo que quería. Lo quería todo, quería entender lo que había entendido Alexander. Así que, tenía que hacerme profesora y dedicarme a enseñar. Esta es la primera cosa que, como alumnos, debemos preguntarnos: “¿qué espero aprender con estas clases?”.
 
Ahora bien, muchos vienen con un problema que tienen que resolver: un dolor, una actividad exigente que genera dificultades corporales, etc. No tienen claro lo que esperan “aprender” pero saben que necesitan cambiar algo.
 
Considero esencial que el alumno sepa que va a aprender algo y que esté implicado en el proceso, que sepa que es una parte insustituible de la clase. Sin su colaboración, la magia no va a ocurrir. Una vez que esto queda claro sé que vamos por buen camino.
 
Uno de los elementos más importantes es el tiempo que pasamos “expuestos” a la Técnica Alexander. Todo el tiempo que pasa en las clases y entre clases es tiempo de exposición. Siempre doy un poco de trabajo sencillo para mirar entre clases, además del trabajo del suelo, que considero altamente transformador.
 
Me parece que un año de clases semanales es adecuado. En un año tenemos mucho tiempo para pasar por diferentes etapas. Al principio suele haber un cambio muy rápido y agradable, como si los problemas se hubieran desvanecido. Pero esto no es real. Suele haber algún tipo de crisis, siempre generadas por los hábitos de reacción a los estímulos constantes de nuestras vidas. Y es entonces cuando podemos seguir trabajando con un nuevo elemento. Nos metemos en el trabajo con un poco más de profundidad y aprendemos de nosotros mismos no sólo las dificultades que tenemos sino como podemos resolverlas.  En este proceso el tiempo va sacando lo que tenemos que ir resolviendo. A medida que van saliendo cosas, vamos profundizando y mejorando.
 
Mi trabajo es facilitar que el alumno deje de tener prisa, y entonces pueda mirarse a sí mismo con la idea de mejorar su uso. Dejamos de considerar sólo los objetivos para centrarnos en los medios que tenemos para conseguirlos. La Técnica Alexander es un trabajo en el que vamos a aumentar la cantidad de “medios” que tenemos para conseguir nuestros objetivos. Uno de esos medios es darnos tiempo. Darse tiempo es una cuestión personal, es una decisión. Al principio una siente que no tiene ese tiempo, que no puede elegir. Después, van cambiando el cuerpo, las ideas y las sensaciones. Se expanden nuestras capacidades y entonces sabemos que podemos darnos tiempo. El proceso intelectual se convierte en uno experiencial, es el cuerpo el que guía y la mente la que acompaña y da potencia al trabajo. El cuerpo indica “necesito tiempo” y la mente lo concede. Cuando nos acercamos a la Técnica Alexander cuerpo y mente se unen para trabajar juntas y proporcionar el mejor resultado de nosotros mismos. El camino lleva tiempo pero, ¿qué no lo lleva?
 
Por último, simplemente recuerda cuánto tiempo te costó aprender a hablar, o a atarte los cordones de los zapatos. Observa a tus hijos y mira lo que les cuesta aprender a usar un cuchillo con seguridad. Cualquier aprendizaje lleva un tiempo más o menos largo. Aquí estamos enseñando a usarnos a nosotros mismos ¿te haces una idea de lo grande que eres? Ahí dentro hay músculos, órganos, huesos, ideas, miedos, ideas inconscientes preconcebidas que te hacen tomar decisiones que no necesariamente entiendes, tu vida social, económica, cultural, etc. TODO. Para cambiar, para resolver, para mejorar, hace falta T I E M PO.

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