TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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Clasificando la Técnica Alexander

26/10/2017

 
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Recientemente hablaba con un director de una escuela de música que me contaba que se daba cuenta de que sus alumnos, futuros músicos, necesitaban algún tipo de trabajo de “cuerpo”. Tenía dudas de qué podría resultarles más útil y valioso a la hora de estudiar con el instrumento, tocar en público y acometer las dificultades propias de cada individuo. No tenía claro si decidirse por la Técnica Alexander, el Pilates o el trabajo de Feldenkrais.
 
En los años que llevo enseñando este trabajo he constatado lo que cuesta “clasificar” nuestro trabajo, hay mucha confusión a la hora de meterlo en un “cajón” u otro. Han comparado este trabajo con yoga, masajes, mindfulness, y otras muchas disciplinas. Recuerdo incluso el caso de una alumna que declaró que era el calor de mis manos lo que hacía “el milagro” (complejo de manta eléctrica, me entró).  También mucha gente lo entiende como una “terapia alternativa” y como una “técnica postural”.
 
Me gustaría aclarar algunas de las diferencias que yo veo, desde mi experiencia personal, con algunas disciplinas. Ciertamente, con muchas de ellas, compartimos elementos. La Técnica Alexander tan solo es un trabajo que usa el sentido común (y algunas cosas más, por supuesto) para mejorar la forma en que funcionamos. Pero no es asimilable a ninguna disciplina que yo haya conocido y tiene unos elementos propios que no he visto en ninguna otra disciplina, técnica, terapia o método de ejercicios.
 
El uso de la conciencia. Tanto la Técnica Alexander como algunas de los trabajos que he nombrado usan la conciencia corporal. Sin embargo, nuestro trabajo maneja una variable que no he encontrado en otras técnicas: la cuestión de que la forma en que nos percibimos, o sea, la apreciación sensorial que tenemos de nosotros mismos, no es de fiar. No he visto que se cuestione lo que sentimos en ningún otro trabajo que haya conocido. En general, si sentimos tensión, damos por hecho que hay tensión. Y el profesor o maestro ¡¡¡también!!!! Y lo mismo ocurre con la “relajación”.  A menudo se les dice a los alumnos que se “relajen”, dando por hecho que el concepto que tiene el profesor de la relajación, es el mismo que el que tienen los alumnos. En mi experiencia esto no podría estar más alejado de la realidad.
 
La cuestión de las sensaciones es esencial en la Técnica Alexander, pero no se trata de sentir y creerse lo que interpretamos de esa sensación, sino de conectar las sensaciones con el hecho de que sabemos que no podemos fiarnos de esas sensaciones. No las ignoramos, pero tampoco les damos demasiada credibilidad. Enseñamos a nuestros alumnos a dudar de que lo que sienten es real y también que algunas cosas que están ocurriendo continuamente, pasan desapercibidas. Este elemento se trabaja desde el principio y muy pronto los alumnos obtienen pruebas en su vida cotidiana, de que esto también les ocurre a ellos. Desde ese momento el aprendizaje toma un camino muy distinto. No se trata de “hacerlo bien” sino de descubrir cuales son sus hábitos, unos hábitos que se han hecho fuertes en el sistema y que perciben como “normales” (y correctos), aún en el caso de que interfieran con la lógica del cuerpo.
 
El uso del cuerpo. Hay muchos trabajos en los que el elemento central es el cuerpo; igual que en nuestra técnica. Pero, al contrario que en trabajos como el hatha-yoga o Pilates, donde hay unas rutinas a las que el cuerpo se ve sujeto (posturas, ejercicios, asanas, etc.) nosotros usamos el cuerpo como una fuente de información para cambiar los posibles hábitos que pueden llevarnos a tener problemas de funcionamiento. No somos un sistema de ejercicio (como lo es Pilates) ni una técnica milenaria que en nuestra sociedad se usa como ejercicio (como el yoga). Para practicar la Técnica Alexander no hace falta vestirse de una forma concreta sino que usamos la ropa de diario ya que es una herramienta para la vida diaria. Si conduces un taxi, para eso; si te dedicas a sostener un violín varias horas al día mientras intentas sacarle el máximo partido, para eso; si te encuentras sentado frente al ordenador, también para eso.
 
Cuando uno recibe clases de Técnica Alexander se convierte en protagonista, se trata de ti y no de la disciplina. Este trabajo se pone a tu servicio, no al contrario. No hay objetivos fijos a corto ni a largo plazo. Se trata de ti, de tu capacidad de cambiar, observar, razonar, percibirte y tomar decisiones respecto a lo que deseas conseguir y como hacerlo sin dañarte. No se trata de conseguir fuerza, tono muscular ni flexibilidad, sino LIBERTAD. Libertad en el uso de ti mismo para responder de forma óptima a las necesidades que se te van presentando.
 
Se trata de un trabajo en el que aprendemos lo que es el uso de nosotros mismos, y constatamos que podemos ejercer nuestra voluntad para mejorarlo. FM Alexander explica en sus libros que “el uso afecta al funcionamiento” y es una máxima que manejamos en cada clase. Si mejoramos la forma en que nos usamos a nosotros mismos, el funcionamiento mejorará enormemente. Esto significa que tiene una componente terapéutica, pero eso no implica que sea una “terapia” ¿Por qué? Porque en general en las terapias el “paciente” se limita a obedecer una serie de consejos o prescripciones que el médico o terapeuta ha hecho. No sabe por qué lo hace pero espera mejorar. En nuestro caso el “alumno” empieza a aprender desde la primera clase. Cuando sale de la clase se lleva algo; a menudo les pido a mis alumnos que trabajen en un aspecto concreto que me ha llamado la atención en esa clase. En la siguiente clase suelo preguntar o me comentan ellos. Van construyendo, avanzando solos y con mi ayuda. Colaboramos. La Técnica Alexander es un trabajo de colaboración, y el alumno es esencial. Los alumnos, desde la práctica, toman la responsabilidad de sí mismos, y esto les lleva a recuperar el control de sus cuerpos.
 
Por último y con respecto a la cuestión de la postura, una razón por la que vienen infinidad de alumnos. La Técnica Alexander no es un trabajo postural, pero te ayudará a conseguir una buena postura, aunque solo sea como efecto secundario de un trabajo más profundo (para una explicación sobre la postura puedes consultar mi blog, la entrada de enero 2016).

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