TÉCNICA ALEXANDER MADRID con Marta Barón
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¿Conduces? (parte 2)

19/7/2017

 
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El mes pasado acabé mi artículo hablando de la espalda. Como está cuando empezamos a conducir, a lo largo de la actividad y después, nos da información de cómo nos hemos usado a nosotros mismos en la actividad.
 
La espalda, al ser tan larga y ancha, refleja las consecuencias de muchas de nuestras dificultades a la hora de conducir. Es una parte fundamental en un ser humano ya que su configuración en el espacio nos define como especie. Cuando conducimos, la espalda debería estar erguida. Esto no aporta nada nuevo a lo que ya sabías, ¿verdad? Digamos que si no está erguida podemos estar seguros de que algo va o irá mal. En el artículo anterior he hablado de elementos “internos”, es decir, partes del cuerpo que se pueden observar y cambiar. Ahora me ocuparé de elementos “externos”, es decir, partes del coche que se pueden usar como puntos de referencia externos a la persona y que nos darán información sobre lo que pasa e intervienen en como está la espalda. Se trata del respaldo del asiento, la inclinación del asiento, el cinturón de seguridad y el volante.
 
Ante todo recuerda: la rectitud de la espalda no es un objetivo. Si la musculatura y las fuerzas que la animan están ordenadas, será una consecuencia. Y también una fuente de información para cambiar la forma de conducir. Si estás conduciendo y ves que tu espalda no está erguida empieza a mirar(te). Esto es lo que cambiará el resultado final. En mi experiencia no hay demasiadas normas a las que ajustarse, más bien una serie de cosas que chequeo con constancia pero sin prisa. El estado de mi espalda me indica por donde empezar. Vamos.
 
1. El respaldo del asiento.
Observa la forma que tiene antes de sentarte en él. ¿Tiene un ángulo pronunciado hacia atrás o está casi recto? Si está muy hacia atrás trabaja con ello durante varios días, ve cambiándolo poco a poco ya que si lo hicieras muy rápido sería tan incómodo que lo percibirías como incorrecto. Si el respaldo está muy hacia atrás esto determina como están la espalda, el cuello y la cabeza: la espalda se arqueará, el cuello se pondrá rígido y la cabeza tendrá que quedarse quieta en una posición para asegurar la estabilidad. La libertad de movimiento, por la ventana.
 
2. La inclinación del asiento. Por motivos de seguridad el asiento está configurado de tal forma que la rodilla siempre estará más alta que la cadera. Esto asegura que si hay un frenazo brusco, la mecánica no favorezca que salgamos despedidos sino todo lo contrario. Sin embargo, desde el punto de vista de la mecánica del cuerpo esto no nos favorece demasiado. De hecho, es la cadera la que debería estar más alta. El acto de conducir impone un cierto desorden estructural en las piernas, lo cual puede afectar a la espalda. En cierto sentido se aplastan contra la articulación de la cadera y la espalda no tiene el soporte adecuado, por lo que hay que estar muy atento. Observa si las lumbares se están “desmoronando” sobre el respaldo. Recuerda que el respaldo está ahí para dar soporte, no para “sustituir” a la espalda. ¿Y si el respaldo desapareciera de pronto? ¿La espalda estaría haciendo su trabajo? Ensaya en casa lo que es sentarse sin respaldo (no más de cinco minutos) y con él. ¿Te desmoronas? Si es así, es muy probable que el mismo hábito esté funcionando cuando conduces.
Si tienes la sensación de que te has derrumbado sobre el respaldo observa como están el cuello y la cabeza. Verás que están desordenados; suelta los hombros y recuerda que tu dirección general es hacia arriba. Siempre hacia arriba.
 
3. El cinturón de seguridad. Observa si al ponerlo te está haciendo encogerte en el frente del tronco, desde el pubis hasta el esternón; y desde éste hasta la cabeza. ¿Te está llevando hacia abajo? Puede que al principio del viaje, no. Y después de un tiempo lo vuelves a comprobar y ves con claridad que ahora sí. Muévelo un poco hacia fuera y piensa en soltar el frente del cuerpo, el cuello, los hombros. Si estableces esta dinámica verás que es mucho más fácil con el tiempo y tendrás un contacto constante contigo mismo cuando estés en carretera o en un itinerario largo en ciudad. Y esto te ayudará mucho cuando termines el viaje.
 
4. El volante. Observa si lo estás agarrando como si no hubiera un mañana. Me resulta muy útil pensar en soltar los hombros y los codos ya que cuando agarro el volante demasiado los hombros se bloquean y los codos van hacia arriba. Suelta los codos. El volante es un gran punto de referencia para saber si estamos agarrados. Trabaja agarrando el volante lo mínimo posible, con las manos cerradas, con las manos cerradas pero sin agarrar, alargando los dedos, volviendo a cerrarlos sobre el volante.
 
Este trabajo que te propongo en estos dos artículos no es sólo para el verano. Puedes trabajar con esto durante semanas, incluso meses. Aunque te lleve un año entero, verás que tu forma de conducir no hace más que mejorar. Verás que el acto de conducir se convierte en un entorno interesante en el que mejorar tu uso y que te hará pensar en lo que haces en otros ámbitos. Y, lo mejor de todo, te dolerá menos la espalda, el cuello y los hombros.
 
Para terminar sólo diré: si conduces, respira. Me ocuparé de este importante tema en un artículo futuro. 

¿Conduces? (parte 1)

12/7/2017

 
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Conducir un coche es una situación interesante. Por un lado estamos sentados, realizamos movimientos repetitivos y sencillos; por otro, tenemos que atender a la carretera y adaptarnos a los cambios de tráfico, velocidad y circunstancias varias.
 
Es un entorno que siempre he usado para descubrir qué uso hago de mí misma. Este artículo es una reflexión de lo que puedes observar cuando conduces. Te propongo herramientas para investigar si podrías mejorar la forma de conducir y que el resultado final sea, por ejemplo, que no acabes con dolor de cabeza, cuello o espalda.
 
Empecemos por la cara: fruncir el ceño o tensar los labios y la lengua son tensiones residuales que se instalan sin que nos demos cuenta y no son necesarias para conducir. Observa esto varios días y fíjate si tensas sólo una cosa o varias. Observa si la lengua está pegada al paladar o reposando en la parte baja de la boca. Soltarla no es fácil, requiere bastante trabajo y puedes tomarlo con calma. No hay prisa.
 
Después observa toda la cara: los carrillos por fuera y también por dentro, las mandíbulas, la articulación de la mandíbula por la zona de la oreja, las encías, los ojos, la frente. ¿Notas si alguna parte está tensa? ¿Puedes pensar en “soltar”? Si puedes pensar en soltar, todo va bien. No hay nada que hacer, sólo pensar.
 
Con respecto a la cara una última cosa: la sonrisa. ¿Sabías que los ojos y la boca están conectados? Se percibe cuando sonreímos. Mira a ver si puedes pensar en una sonrisa cuando conduces, no hace falta que aparezca, sólo piénsalo. Piensa en la conexión con los ojos y a ver qué te sucede. Puede que te des cuenta de que te resulta imposible sonreír. Esto ¿se acompaña de una tensión generalizada del entrecejo y la boca? Trabaja este aspecto durante días e incluso semanas. Pero no con dedicación sino tranquilamente, cuando te acuerdes, sin prisa. El cuerpo no se suelta de pronto porque lo decidamos, necesita su tiempo. Y hay que dárselo; en caso contrario, lo estamos forzando. La Técnica Alexander no trabaja forzando, sino sacando poco a poco lo que la naturaleza ha previsto para nosotros.
 
La cara forma parte de la cabeza y la conexión entre esta y el tronco es el cuello. Es una parte muy importante cuando conducimos. Si tensamos la cara, es fácil que el cuello se tense, y al final se ponga rígido (es decir, se queda estático en una posición y “no puede” salir de ella). Pero también puede ocurrir en la dirección contraria: que se tense el cuello por el estrés de la conducción y esto tense la cabeza. Por lo tanto es importante observar cómo está la cabeza sobre el cuello. ¿Está desmoronada hacia atrás? ¿El cuello está rígido y le cuesta girar hacia los lados? Ensaya de vez en cuando no usar un espejo retrovisor y comprueba si hay limitación en el movimiento de la cabeza. Luego, ensaya con el otro. ¿Te cuesta más girar la cabeza hacia la derecha o hacia la izquierda? 
 
Si conduces varias horas seguidas, recuerda de vez en cuando girar la cabeza y comprobar si el cuello se ha quedado rígido por el hecho de mirar la carretera mucho tiempo. Suelo hacer esto y me proporciona muy buena información sobre mis hábitos. Si me cuesta girar el cuello y noto rigidez, uso una orden sencilla: “cuello libre”. Mi experiencia es que estar atenta al sistema (psicofísico) da muy buenos resultados.
 
La prolongación del cuello: brazos y hombros. Los brazos están sobre el volante y esto nos permite soltarlos sobre él. Sin dejarlos caer ya que tienen que tener flexibilidad para girar o hacer lo necesario. Observa durante un tiempo tus hombros. ¿Estás subiendo los hombros? Esto es muuuuy fácil cuando conducimos. Así que hay que estar atento con constancia. Si notas que los has subido, toma la decisión de soltarlos. No importa cuantas veces te pilles con los hombros arriba, lo valioso es observar, darse cuenta y tomar la decisión de soltar.
 
Las piernas y los pies trabajan bastante cuando conducimos ya que están accionando los pedales. Si estás conduciendo en carretera y el pedal del embrague no lo necesitas (o tienes un coche automático) deja que el pie descanse fuera del pedal. Observa si los muslos están tensos. Observa esto cuando vas en ciudad, y también cuando vas en carretera a mayor velocidad. A menudo los muslos se tensan cuando adelantamos o pasa algo brusco. Si puedes recordar llevar tu atención a esa parte, podrás mandar la orden de “soltar”. Soltar las piernas supone que éstas no tiran de la espalda, lo cual favorece que la espalda no se desordene.
 
Continuará….

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