FM Alexander, Control consciente y constructivo del individuo
Hay tres elementos que nos dan información para reaccionar a la vida cotidiana:
1. Las sensaciones que dependen de los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el tacto, el gusto.
2. El sentido cinestésico.
3. La cuestión mental.
Estos tres grupos dan información al cerebro. Conectan el cuerpo con la mente, ayudan a explicar la palabra “psicofísico” que tanto usamos los profesores en las clases. El conjunto de esta información es lo que Alexander considera que permite tener una “apreciación sensorial” fidedigna. Siendo así, podremos tomar la decisión adecuada que nos llevará a conseguir lo que nos hemos propuesto sin hacernos daño.
Pero lo que predomina es lo que Alexander llama “apreciación sensorial engañosa”. Esta no nos impide hacer lo que nos hemos propuesto, pero sí interfiere con la eficacia y eventualmente puede tener un efecto nocivo en la salud. La pregunta que uno puede hacerse es si hay algún “defecto” en el grupo de los sentidos o bien en el sentido cinestésico o bien en toda la cuestión “mental” que se deriva del tercer grupo.
La apreciación sensorial es la evaluación de lo que sentimos; engloba los pensamientos, conscientes e inconscientes. Cuando no se ajusta a la realidad, decimos que es “engañosa”. Si esto es así no podemos fiarnos de lo que sentimos, más allá de las sensaciones “extremas” (hambre, sueño, dolor, calor, frío, sed, etc.). Incluso estas se pueden cuestionar; ¿quién no ha pasado la tarde comiendo porque tenía una extrema ansiedad y sin embargo la sensación de hambre era muy clara? El dolor de espalda, por ejemplo, es profundamente emocional y muchas veces, al hacer pruebas médicas no aparece nada que justifique el dolor y sin embargo es muy evidente que nos duele. Como estos dos ejemplos se pueden dar muchos y todos llevan a la misma conclusión: no podemos fiarnos de lo que sentimos.
En las clases trabajamos bajo la premisa de descubrir cómo de “encendidos” están los sentidos de los que disponemos, cuanta información nos dan y si nos llega a la conciencia de forma que sean una herramienta útil. Cada instrumento sensorial nos da información y es cuando el conjunto funciona aceptablemente que podemos decir que la apreciación sensorial es de fiar. No me he encontrado adultos que tengan esta cualidad. Niños, sí. Pero lo pierden en cuanto se hacen adultos y su vida se complica. Los niños no tienen conciencia de esta cualidad (forma parte de su funcionamiento básico); el modelo formativo, basado en conseguir metas sin evaluar los medios que tienen a su disposición, no ayuda. A medio plazo, su capacidad de sentirse y conectar los pensamientos con lo que pasa en el cuerpo, desaparece casi por completo. Cuando empieza a dolerles algo o tienen alguna dificultad para conseguir sus metas empiezan a hacerse preguntas y, con suerte, a encontrar algunas respuestas.
Pero vayamos a lo práctico: ¿Qué sientes a lo largo del día? ¿Sólo sensaciones “extremas”? Chequea alguna sensación normal de cada uno de tus sentidos. Por ejemplo, toma conciencia de lo que registran tus ojos en la habitación en la que estás; escucha e intenta diferenciar tres o cuatro sonidos; percibe algún olor de tu ropa, o de alguien que esté cerca; percibe el tacto de la ropa, el reloj, o el pelo sobre la cara. ¿Puedes sentir como el aire entra y sale por las fosas nasales? Cierra los ojos un momento y siente si hay algún movimiento o estás totalmente quiet@. Por último, plantéate cambiar alguna de tus rutinas, ¿qué te hace sentir esta posibilidad? Piensa también si esas rutinas son intrínsecamente adecuadas y necesarias para tu bienestar o más bien las has adoptado sin darte cuenta.
Todos estos elementos nos dan una idea de lo compleja que es nuestra apreciación sensorial. No consiste en dar una definición sencilla que todo el mundo puede entender. Para trabajar con ella hay que observarse, reflexionar, jugar, probar.