
Lo que tenemos que saber para dar una respuesta adecuada es qué busca el alumno. Recuerdo que cuando empecé a dar clases, muy pronto supe lo que quería. Lo quería todo, quería entender lo que había entendido Alexander. Así que, tenía que hacerme profesora y dedicarme a enseñar. Esta es la primera cosa que, como alumnos, debemos preguntarnos: “¿qué espero aprender con estas clases?”.
Ahora bien, muchos vienen con un problema que tienen que resolver: un dolor, una actividad exigente que genera dificultades corporales, etc. No tienen claro lo que esperan “aprender” pero saben que necesitan cambiar algo.
Considero esencial que el alumno sepa que va a aprender algo y que esté implicado en el proceso, que sepa que es una parte insustituible de la clase. Sin su colaboración, la magia no va a ocurrir. Una vez que esto queda claro sé que vamos por buen camino.
Uno de los elementos más importantes es el tiempo que pasamos “expuestos” a la Técnica Alexander. Todo el tiempo que pasa en las clases y entre clases es tiempo de exposición. Siempre doy un poco de trabajo sencillo para mirar entre clases, además del trabajo del suelo, que considero altamente transformador.
Me parece que un año de clases semanales es adecuado. En un año tenemos mucho tiempo para pasar por diferentes etapas. Al principio suele haber un cambio muy rápido y agradable, como si los problemas se hubieran desvanecido. Pero esto no es real. Suele haber algún tipo de crisis, siempre generadas por los hábitos de reacción a los estímulos constantes de nuestras vidas. Y es entonces cuando podemos seguir trabajando con un nuevo elemento. Nos metemos en el trabajo con un poco más de profundidad y aprendemos de nosotros mismos no sólo las dificultades que tenemos sino como podemos resolverlas. En este proceso el tiempo va sacando lo que tenemos que ir resolviendo. A medida que van saliendo cosas, vamos profundizando y mejorando.
Mi trabajo es facilitar que el alumno deje de tener prisa, y entonces pueda mirarse a sí mismo con la idea de mejorar su uso. Dejamos de considerar sólo los objetivos para centrarnos en los medios que tenemos para conseguirlos. La Técnica Alexander es un trabajo en el que vamos a aumentar la cantidad de “medios” que tenemos para conseguir nuestros objetivos. Uno de esos medios es darnos tiempo. Darse tiempo es una cuestión personal, es una decisión. Al principio una siente que no tiene ese tiempo, que no puede elegir. Después, van cambiando el cuerpo, las ideas y las sensaciones. Se expanden nuestras capacidades y entonces sabemos que podemos darnos tiempo. El proceso intelectual se convierte en uno experiencial, es el cuerpo el que guía y la mente la que acompaña y da potencia al trabajo. El cuerpo indica “necesito tiempo” y la mente lo concede. Cuando nos acercamos a la Técnica Alexander cuerpo y mente se unen para trabajar juntas y proporcionar el mejor resultado de nosotros mismos. El camino lleva tiempo pero, ¿qué no lo lleva?
Por último, simplemente recuerda cuánto tiempo te costó aprender a hablar, o a atarte los cordones de los zapatos. Observa a tus hijos y mira lo que les cuesta aprender a usar un cuchillo con seguridad. Cualquier aprendizaje lleva un tiempo más o menos largo. Aquí estamos enseñando a usarnos a nosotros mismos ¿te haces una idea de lo grande que eres? Ahí dentro hay músculos, órganos, huesos, ideas, miedos, ideas inconscientes preconcebidas que te hacen tomar decisiones que no necesariamente entiendes, tu vida social, económica, cultural, etc. TODO. Para cambiar, para resolver, para mejorar, hace falta T I E M PO.